Ninguna empresa se gastaría casi 20.000 millones de euros (precio final) en un sistema de mensajería que no ha tenido beneficios y cuyos millones de usuarios revientan los servidores con conversaciones muchas veces intrascendentes si no pensara que le va a reportar sustanciosos beneficios. Por eso la compra de WhatsApp por Facebook, anunciada en febrero del 2014 y culminada en noviembre por esa cantidad (20 veces más de lo que pagaron por Instagram dos años antes), ha estado siempre en el punto de mira de las autoridades de protección de datos, que entendían que esa fusión dejaba en manos de una empresa privada un volumen de información personal inusitado, el de más de 2.000 millones de cuentas.

Los recelos aún eran mayores porque la red social y la aplicación de mensajería usan datos considerados muy sensibles y especialmente protegidos por las legislaciones europeas como son la ideología, la afiliación política y sindical, la salud, la religión, la orientación sexual o las creencias, pero que la gente revela voluntariamente en conversaciones con otros usuarios.

La Agencia Española de Protección de Datos (AEPD) ha sido de las primeras en pronunciarse tras el envío de correos por parte de WhatsApp a sus usuarios advirtiéndoles de que cambiaban las condiciones de uso para mejorar su "colaboración con Facebook" y compartían, entre otras cosas, el número de móvil, algo que ya daban muchos usuarios para confirmar su cuenta en Facebook. La entidad pública ha hecho notar que WhatsApp ya advierte al usuario de que si no acepta estas nuevas condiciones tendrá que "discontinuar su uso" de la aplicación. Y un usuario ha presentado la primera demanda por ello, lo que da más entidad a una circunstancia que la agencia ya investigaba de oficio.

Para la AEPD y sus homólogos europeos, representados en el Grupo de Trabajo 29, estas nuevas condiciones serán "objeto de vigilancia", la forma administrativa de decir que están investigando. También la agencia británica ha emitido un aviso a ambas compañías exhortándolas a que sean "transparentes" en cómo utilizan los datos de los usuarios. Máxime cuando Jan Koum, el fundador de WhatsApp, prometió que nunca harían publicidad y que el sistema de mensajería seguiría funcionando como una red aparte de la de Mark Zuckerberg.

La agencia italiana, el Garante per la Protezione dei Dati Personali, ya pidió en el 2012 a WhatsApp que le explicara qué hacía con los datos personales de los italianos. "WhatsApp no usa un programa de código abierto para la encriptación de mensajes, por tanto la comunidad de desarrolladores no puede auditar el software y contrastar si hay puertas traseras o partes ocultas. Tenemos que fiarnos de que lo hacen bien", señala Jordi Iparraguirre, experto en criptografía.

NUEVAS CONDICIONES

Una lectura de las nuevas condiciones de uso arroja pistas sobre qué tipo de integración propone Facebook con WhatsApp. Entre ellas, permitirá que se reciban alertas de tiendas, bancos o aerolíneas en WhatsApp con las que el usuario haya interactuado en Facebook (con un Me gusta o respondiendo a un post) o que se sugiera como amigo en Facebook a alguien con quien se haya hablado por WhatsApp. Pero sobre todo les permitirá ajustar más los perfiles de cada persona cruzando la información de su red de amistades.

La preocupación de las agencias de protección de datos no es tanto si unas multinacionales tienen acceso a tanta información como si el usuario es consiente en ello y sabe cómo la están utilizando, destacan. "En el fondo, muchas cuestiones de seguridad dependen de las personas y de su entorno. Igual no llegan a tu teléfono pero sí al de otros, que también tienen la conversación", recuerda Iparraguirre. Es el caso de las fotos en Facebook, que se mantienen aunque el usuario etiquetado retire su nombre. Deja de estar identificado pero la foto sigue ahí.