Opinión | tercera página

‘Tictac’

Escuchamos la palabra tictac e inmediatamente rememoramos el sonido del mecanismo de un reloj de los de antes. Oímos la palabra y sentimos, aunque sea inadvertidamente, que nos enfrentamos al ineludible paso del tiempo; una materia inasible y con la que nos llevamos inevitablemente más mal que bien.

Las palabras, como los acontecimientos de nuestra vida, tienen sus idas y sus venidas, sus momentos de relumbrón y de aparente olvido. La palabra tictac tuvo un protagonismo fulgurante cuando hace unos años la utilizó Pablo Iglesias para indicar que el tiempo del gobierno del presidente Rajoy se acababa. Muchos la utilizaron después contra quien la lanzó como arma arrojadiza; cosas del actual debate político polarizado que tiñe con su populismo todo lo que toca y que, consecuentemente, lo toca y lo trastoca todo.

La fuerza de tictac se encuentra en su carácter onomatopéyico que, además, juega con una estructura lingüística que causa cada vez más furor. Se trata del especial placer que parecen provocarnos las palabras que juegan con una vocal entre las consonantes T y C. Le propongo que sigamos por este camino.

TIC son las siglas de «tecnologías de la información y la comunicación». Ahora todo son TICs, y no es que la cara nos haga muecas extrañas, es que si no utilizas TICs es que te has quedado en el pluscuamperfecto de pasado, incluso de subjuntivo, por eso de que, si no te pasas a lo digital, te conviertes en algo incierto, por más inciertas que resulten las nuevas tecnologías. Así el tictac del paso del tiempo es ahora casi un tictictic sucesivo que acelera el transcurso de los segundos al que te tienes que subir si quieres ir derechito al futuro. Yo me pregunto muy a menudo ¿qué futuro?

Tictoc, ha sido el siguiente paso adelante onometopéyico. Esta nueva red social, que arrasa entre la juventud, tiene la virtud de contribuir a que vivamos un permanente tiempo presente del que no queremos escapar, alimentados por el algoritmo que nos ofrece lo que teóricamente más nos gusta.

Tictoc nos ofrece un continuo muestrario de videos cortos que nos van circunscribiendo la mirada hacia aquello que hayamos buscado y mirado con anterioridad. Inevitablemente nos estrecha la visión al tiempo que detiene el tiempo porque solo tenemos tiempo para ver esos vídeos, todos con el mismo contenido, machacando hasta la saciedad que nunca se sacia, una y otra vez. Tictoc, tictic, tictac.

Los norteamericanos se están pensando prohibir Tictoc. Se les acusa de intentar pararle los pies a una empresa china. Quien les critica se olvida de que estamos ante una empresa controlada por su gobierno dictatorial, que se está haciendo con una impresionante información sobre la vida privada, los gustos, etc, de una cantidad inmensa de personas en todo el planeta, especialmente los jóvenes.

Para mí, el mayor problema de Tictoc, con ser este un problema significativo, consiste en que nos crea dificultades en la conciliación entre dos de los valores más significativos de la ilustración occidental: libertad y seguridad. Además, Tictoc nos conduce a un mundo en el que la deliberación, la reflexión, los mensajes largos, el debate intelectual sosegado y los matices, no tienen hueco.

Creo que deberíamos ser conscientes de que la fortaleza de la democracia se fundamenta precisamente en utilizar el metrónomo de nuestra vida, personal y sociopolítica, enlentecer el ritmo del tictac, pasando un poco de Tictoc, utilizando a nuestro favor las Tic´s, buscando el cultivo decidido de la capacidad de escucha de lo distinto y lo diverso.