Opinión | el triángulo

Es el respeto, amigos

Nos quejamos del trato que algunos cargos públicos se dan en los debates institucionales, en las declaraciones a los medios o en redes, pero no nos estamos quedando atrás los ciudadanos. Desde luego que el ejemplo que nos proporcionan no es el camino a seguir, pero es difícil no pararse a pensar si son ellos los que movilizan las actitudes broncas en los demás o por si capilaridad han ido absorbiendo un modo de operar en todos nosotros, y el que antes lo ha detectado, premio.

La mala educación lleva años prendiendo entre nosotros y no sólo en el anonimato de las redes sociales, hay clientes que más que valorar el servicio o la calidad de los restaurantes, sentencian el negocio sin pensar las consecuencias de sus palabras o, lo que es peor, importándole más la satisfacción del momento que el daño causado. Lo del cliente siempre tiene razón lo hemos llevado al límite, utilizando ese derecho como pase en blanco para cualquier exigencia como si nos convirtiera en seres superiores. El yo pago mis impuestos no se aleja de este comportamiento que justifica las agresiones a sanitarios, un 51% de los casos se quedan en amenazas y coacciones. Vertemos la ira o el descontento contra los trabajadores que tenemos en frente, de una manera emocional, en lugar de dirigir razonadamente nuestras quejas por escrito a quién tiene la responsabilidad en la organización y planificación sanitaria.

Las relaciones personales también viven esta plaga del elija como cliente por catálogo, dentro de sus posibilidades, quién le gusta más. Y díganse a la cara lo viejo, gordo, antipática o bajita que le parece la pareja elegida para lo que debería ser un tiempo de conquista mutua no de ofensa. La culpa la tienen las plataformas que no evalúan bien mi atractivo y me proponen candidatos que no alcanzan mi nivel. No son las generaciones más jóvenes, en contra de la opinión extendida, las que practican este trato tan cortés, con ver un conocido programa de televisión de citas se comprueba que esto es así.

El narcisismo nos impide calibrar las consecuencias de nuestros actos y el sentido de la medida. Con un individualismo creciente al que le hemos comprado el argumento de tenemos que librarnos de los deberes hacia los demás, nos hemos vuelto como poco menos agradecidos y menos respetuosos.

No, usted no siempre tiene la razón, también la hay al otro lado y es exactamente igual de exportable a la política. En Estados Unidos, paraíso del consumidor, el 20% de los demócratas, más de doce millones de personas y un 16% republicanos, casi 8 millones creen que estarían mejor si los simpatizantes del otro partido murieran. No todo es importable, aunque sea de marca.

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