Opinión | SALA DE MÁQUINAS

Tomás Solans

El legendario jefe de protocolo del Gobierno de Aragón, Tomás Solans, nos dejaba este martes, día de San Jorge. Ni a propósito podría haber fallecido en otra fecha distinta, durante otro 23 de abril, que él contribuyó a crear, como tantos otros símbolos del moderno Aragón.

Conocí a Tomás siendo él profesor de literatura y yo uno de sus alumnos. Era extremadamente sensible y nos animó a escribir desde muy niños. Redacciones, pequeños cuentos… Yo le decía en tutoría que quería ser escritor, y me animaba. Así se lo trasladó a mis padres, un tanto inquietos por mis veleidades artísticas y pésimas notas en matemáticas. Para Tomás, sin embargo, siempre de buen humor, mi negación para los números era la prueba de que mi vocación hacia las letras era correcta. ¿Y la suya? Siempre pensé que en Tomás había un autor literario. Probablemente, un poeta. Tiempo después supe que escribía poemas, pero era reacio a publicarlos, incluso a mostrarlos. Siendo intelectualmente un primera clase, era muy humilde, discretísimo.

En 1978, cuando mi padre, Juan Antonio Bolea Foradada, acababa de ser elegido primer presidente de la Diputación General de Aragón, le ofreció sumarse al apasionante proyecto de establecer la autonomía en nuestra tierra. Había que organizar un primer gobierno, sus consejerías, su sede, protocolo y presupuesto… Tomás no dudó en lanzarse a aquel entusiasta vacío. Y digo «vacío» porque no había nada, ni despachos, ni un duro… La bandera, el escudo, el día de San Jorge, las relaciones con el Gobierno central, con la Generalitat, con el País Valenciano, con Navarra, todo estaba por hacer. Tan sólo tenían ilusión, pero el pueblo de Aragón estaba detrás y les empujaba hacia el futuro.

Solans, al frente del protocolo, se puso a ello con toda su energía y talento. Según continuaría haciendo en adelante, y durante cuatro décadas, diseñaba los actos, cuadraba la agenda del presidente, vigilaba en todo momento y soporte que el nombre de Aragón, sus símbolos y dirigentes quedasen dignamente representados. Infatigable trabajador, no se le pasaba un detalle, un nombre, palabra o idea que pudiera contribuir a mejorar la imagen de nuestras instituciones, como de hecho logró.

Aragón le debe mucho. Hoy llora por él.

Suscríbete para seguir leyendo