El jurado popular consideró ayer que Eduardo Francisco C. M. es "culpable" del asesinato de su madre, de 89 años, ocurrido el 31 de marzo del 2001 en su domicilio de la avenida de Madrid, en Zaragoza. Los miembros del tribunal popular indicaron en su veredicto, por una mayoría de siete contra dos, que el acusado tiene severamente reducidas sus capacidades intelictiva y volitiva, y no totalmente como sostenía la defensa. El jurado, que denegó el indulto, asumió las tesis de los psiquiatras y forenses, que habían apuntado durante la vista oral que Eduardo Francisco, ludópata y con una dura infancia, sufre un trastorno de personalidad esquizotípico muy acusado, agravado por una atrofia cerebral por sífilis. Estas circunstancias hacen que, en opinión de los jurados, el acusado presente la circunstancia incompleta de trastorno mental transitorio.

A la vista de la decisión del tribunal popular, el fiscal señaló que en el reo, que acabó con la vida de su progenitora propinándole varias cuchilladas mientras cenaba, concurre la circunstancia atenuante de confesión, dado que llamó a la Policia tras cometer el crimen y reconoció su autoría.

Asimismo, el ministerio público aplicó la agravante de parentesco y terminó solicitando al magistrado de la sala primera una condena de 9 años de prisión, frente a los 13 que había pedido en su escrito de calificaciones.

El fiscal arguyó que, de los hechos considerados probados por el jurado popular, se deducía la rebaja de la pena en un grado, "pero no dos --subrayó--, dado que en ese caso estaríamos ante una petición de cárcel de cuatro años", una pena que en su opinión crearía alarma social y haría que el acusado saliera en libertad en un corto periodo de tiempo.

El abogado defensor, Julián Carmona, que inicialmente había mantenido la inimputabilidad del acusado (ausencia de responsabilidad penal por haber obrado bajo un trastorno mental transitorio), solicitó una condena de 4 años e insistió ante la sala en que su cliente "está a un paso de la inimputabilidad". Durante la vista oral, se dibujó la complicada personalidad de Eduardo Francisco, que vivía en una situación económica muy precaria, con deudas de juego y una madre aquejada de senilidad.