El otro día, en el capítulo de Cuéntame se destapó el tema de la estafa inmobiliaria. Ya saben: años setenta, segunda gran expansión urbana, tardofranquismo rampante y el socio de la constructora para la que trabaja el cabeza de familia de los Alcántara , que se escapa a Brasil con el dinero de los pisos. En esta serie todo resulta mucho más correcto y conveniente de como realmente eran las cosas en aquellos tiempos. La dictadura es dictablanda, el personal parece mucho más moderno y abierto, la familia ve la tele unida y permanece unida y las estafas son como muy naturales, incluyendo esa huída del malo al trópico. Pero la verdad es que en los sesenta y los setenta las abundantes estafas en la venta de pisos jamás fueron tan obvias ni su desenlace tan razonable. Sus autores casi nunca debían fugarse a lugar alguno. Se escudaban en argucias legales, trapicheaban a gusto, vendían viviendas de baja calidad a precio de oro y, aunque alguna vez sufrían ligeros contratiempos, ganaban dinero a espuertas y paseaban por las calles su palmito de nuevos ricos: automóviles Mercedes, puros habanos, sortijas y queridas. Hay un hilo conductor en la historia de España a partir del 39 que arranca del estraperlo al por mayor y atraviesa luego diversas actividades en la frontera de la ley, casi siempre relacionadas con los negocios inmobiliarios. Ni el edulcorado y tranquilizador Cuéntame ha podido soslayar la estridente cuestión. De aquellas estafas y semi-estafas en la construcción y venta de viviendas proviene la actual obsesión española por el solar urbanizable. Los pisos de entonces (en su mayor parte mal construidos, carentes de ascensor, calefacción y otras comodidades hoy imprescindibles) han sido o están siendo abandonados en beneficio de nuevas y excéntricas promociones mejor equipadas. Los cascos urbanos consolidados saltan por los aires, la especulación acaba con la sostenibilidad; pero, eso sí, las estafas quedan arregladísimas. Hasta lo de Madrid parece que va a quedarse en una vuelta de tortilla la mar de apañada. Mas aquí llegan Belloch y Gaspar dispuestos a limpiar Zaragoza y darle esplendor. ¿Serán capaces de hacerlo? Atentos a los nuevos capítulos.