El programa Zaragoza Redistribuye echó a andar a principios del 2013 con el objetivo de que "ningún zaragozano pase hambre". Así que ayer, unos y otros se repartían el mérito de acabar con un modelo de red municipal de reparto de alimentos que, en sus dos años de vida ha estado perseguido por las críticas. Referidas, sobre todo, a la posible estigmatización que causa en los beneficiarios por tener que recoger los alimentos en los centros cívicos. O al gasto --500.000 euros al año-- por meterse el consistorio a distribuidor logístico y los excesivos costes de gestión y publicidad. Pero será la propia ciudad la que juzgue si ha sido positiva la experiencia. O es mejor volver al modelo de la tarjeta, por más que el nuevo sistema no se sustente en el uso de una tarjeta monedero o la entrega de dinero en metálico como las que ya existían.

En sus cifras también habrá que incluir el alcance que ha tenido. Y sus resultados, en este sentido, subrayan que, según los datos oficiales del consistorio, en sus dos años de historia han conseguido repartir 99.700 lotes en la ciudad, que empezaron a principios del 2013 dando 86 cada semana en cuatro barrios y ahora entregan 1.300 de media en toda la ciudad. O que se calcula que unas 253.000 personas se han beneficiado en alguna ocasión de este programa (el promedio es de 2,53 ciudadanos por lote). O que 1,3 millones de unidades (o kilos) han pasado por la cadena de distribución y reparto municipal, lo que significan más de un millón de toneladas de alimentos, de las que más de 30 han llegado procedentes de la huerta.

Así que, ya que se critica el perjuicio, habrá que considerar también su utilidad. Por eso, el fracaso que se apuntó ayer desde IU (y antes también lo hizo el PP e incluso CHA) es el "éxito" que se valora para técnicos municipales. Jesús Alquézar, responsable del programa, ayer afirmó que la reorientación que se le va a dar al Redistribuye no es una desaparición sino "una versión 2.0" del modelo. Quizá por el uso de una tarjeta inteligente que "nada tiene que ver con la tarjeta monedero anterior" y que permitirá al ciudadano obtener los productos de la estantería del supermercado.

Aunque, ¿qué será más estigmatizante, recoger un lote en un centro cívico o que pite la máquina del súper rechazando el código de barras de un alimento no autorizado? Y es que el nuevo modelo va dirigido a volcar en esa tarjeta todos los códigos de barras de los alimentos permitidos. Se excluirán las bebidas alcohólicas, gaseosas y energéticas, refrescos, conservas que puedan considarse gourmet, pasteles y, en productos de higiene, cosméticos, perfumes o similares.

Para la Plataforma de trabajadores de servicios sociales, la decisión es más que positiva. Ayer mostraron su "satisfacción ante el cese de este programa innecesario, indigno, y diametralmente opuesto a lo que cualquier plan que busque la inclusión social debe ser".