Mientras San Valero continuaba desplegando su capa de Cierzo y parte de los zaragozanos sesteaban el roscón, la Sinfónica Goya se preparaba para un momento cumbre en su corta pero intensa vida: compartir escena con uno de los mitos del olimpo melómano, colosal poeta de lo extremo, intenso y pianista cósmico. Él volvía a pisar Zaragoza gracias al empeño de personas como la presidenta de la Sociedad Filarmónica, Cristina Sobrino, o el coordinador de esta joven orquesta, Juan Carlos Galtier.

Pogorelich llegó enfundado en su atuendo de montañero, algo constipado pero presto a comenzar el ensayo con los entusiastas músicos que absorbían como esponjas los primeros acordes del Maestoso del concierto 2 de Chopin, una de las piezas fetiche del croata desde que, con 23 años, la interpretara con la Slovenian Philarmonic. Con 25, la grabó como artista exclusivo de la Deutsche Gramophon.

Al día siguiente, la lluviosa tarde guardaba una sorpresa a los primeros que entraron a la Mozart: escuchar cómo este genio, todavía sin frac, arpegiaba acariciando los marfiles del Steinway, calentando falanges como en un ritual sacrosanto.

Llegó el momento. Juan Luis Martínez posó batuta en la mirada del maestro y el diálogo hizo magia. El tempo era suyo, moldeado con la sabiduría de un legítimo heredero de la escuela de Listz. Tensión y caricia en proporciones que sólo un druida del sentimiento profundo conoce. En el tercer movimiento ya estábamos rendidos a su embrujo. Treinta minutos ovacionados por una sala abarrotada, en la que encontramos a Eduardo López Banzo, director de Al Ayre Español, la actriz María José Moreno, la organista Esther Ciudad, la gran melómana y vicepresidenta de la Cámara, María López y su amiga, la empresaria Irene Carmen. Una sala maravillada ante esta joven orquesta, ante un coro como Amici Musicae con cinco magníficos solistas invitados, de casi 150 maestros interpretando la Misa de Schubert. Colofón a 20 años de conciertos de otoño. Así da gusto despedir San Valero, junto a Pogorelich, el emperador del tempo.