Esperanza. Esta palabra resume el sentimiento extendido entre una parte importante de los 2.400 venezolanos que residen en Zaragoza ante el último episodio de la atormentada actualidad de su país: la autoproclamación como presidente interino del líder opositor Juan Guaidó. «Lo sucedido el pasado 23 de enero ha sido como un rayo de esperanza», subraya Cristina Djabbour, que trabaja de camarera en el restaurante Molarepa, en la calle Santa Catalina, junto al Coso zaragozano.

«Esto abre la posibilidad de que comience un periodo de transición que nos devuelva la ilusión de poder volver a nuestra tierra», añade. El fin de la escasez de alimentos, de los salarios que no dan ni para comer y de la represión política que ejerce el régimen de Maduro está más cerca, piensa esta joven que vino a Zaragoza hace nueve años, tras su marido.

Máryori Urdaneta, que abrió hace un tiempo el Molarepa, hace hincapié en que la jugada de Guaidó, que es además presidente de la Asamblea Nacional, es «totalmente democrática». «Su proclamación se ha hecho de acuerdo con lo que prevé la Constitución en el caso de que el presidente de la nación supere su periodo legal en el poder», explica. Máryori llegó hace tres años a la capital aragonesa, dejando atrás un «problema con la dictadura».

En realidad, casi todos los venezolanos que vienen a Zaragoza lo hacen por una mezcla de razones políticas y económicas, pues los opositores al régimen, y ellos lo son desde la distancia, consideran que la gestión de Chaves y su sucesor ha llevado a su país a la ruina.

Juan, por ejemplo, era comerciante en el país caribeño y decidió hacer las maletas, junto con su mujer, «porque ahí la vida es muy complicada», en referencia a las dificultades para conseguir alimentos, medicinas y cualquier producto de primera necesidad. Además, sus hijos habían llegado aquí unos meses antes y no le costó mucho decidirse a saltar el Atlántico. Ahora bien, como muchos venezolanos en el exilio, vive con la vista puesta en su país. «Estoy a la expectativa», afirma. «Si las cosas cambian, me regreso», subraya. En su opinión, la transición que despunta en Venezuela va en serio y no puede evitar el optimismo. «Nos apoyan la mayoría de países del mundo, mientras que Maduro no tiene respaldo más que de los países comunistas», comenta.

Carlos, hijo de Máryori, tiene solo 18 años y pertenecía en su país al grupo juvenil Vente a Venezuela, que está en el punto de mira de los grupos paramilitares «que hacen el trabajo sucio del régimen y van mejor armados que los propios militares». En su opinión, la proclamación de Guaidó al frente de la república «no debe ser un mero símbolo». «Para que esto salga adelante, necesitamos el apoyo de EEUU, el resto de América y Europa», afirma.