Las debacles electorales son difíciles de digerir, y suelen generar resacas de larga duración, cuando no fracturas más o menos públicas. Este está siendo el caso de Ciudadanos, que comenzando por su cara más visible, Albert Rivera, está sufriendo un proceso de asunción de responsabilidades o abandono del barco, según se quiera ver, en espera de que Inés Arrimadas se ponga al timón. Es un síntoma de lo que molesta a la corriente crítica, que nadie duda de que será ella. No el hecho de que lo vaya a ser. El casus belli actual es la marcha o no del secretario de organización, Fran Hervías.

Con el auge de la formación liberal, cuando Rivera se creyó lo del sorpasso al PP y el liderazgo de la oposición (que en Aragón llegó a ser realidad en las generales de abril), se fueron introduciendo nuevos rostros en la formación y se popularizó el lema de «fichar talento» para las listas, con el cabeza de lista por Zaragoza, Daniel Pérez Calvo, como máximo exponente en Aragón. Unos fichajes que, recuerdan los críticos, tiraban por tierra los estatutos que marcaban que había que tener nueve meses de antigüedad en la formación para poder estar en listas.

Eso cuando había primarias, porque en las circunscripciones pequeñas, según las normas del partido, no son necesarias y las elaboraban desde Madrid. Como las posiciones políticas. Este es otro de los problemas que ven los críticos, la comunicación de arriba hacia abajo, sin mecanismos para recorrer el camino inverso.

La incomunicación con las bases fue uno de los argumentos que esgrimió el coordinador territorial provincial de Zaragoza, José Manuel Fernández, en su carta de dimisión. Un cese que se produjo en realidad antes de las elecciones, el 18 de octubre, pero que no hizo público hasta después de los comicios, «para evitar cualquier desgaste». En la misiva, distribuida por los grupos internos de redes sociales de la militancia, lamentaba ese «silencio» que le impedía contestar a quienes le preguntaban por alguna posición ideológica del partido, y que le impedía responder por no tener directrices claras. Afirmaba que con todo esto, entendía «perfectamente» que hubiese habido bajas en la afiliación del 10%.

Descontento

No sabía explicar, ni le decían cómo, los «cambios estratégicos» de pasar de defender causas socialdemócratas al liberalismo, y viceversa, de intentar reconducir a los partidos grandes a «poner un cordón sanitario a Vox y PSOE, convirtiéndonos a los ojos del público en muleta del PP». El cabeza de lista al Congreso por Zaragoza, Rodrigo Gómez, fue demoledor en este aspecto tras la noche electoral, admitiendo que, «cuando te conviertes en la copia, la gente prefiere al original».

Este descontento ha avivado las voces que piden una renovación de la cúpula y mayor democracia interna, y que han enfocado sus críticas en el secretario de organización, Fran Hervías. También así se tomaron las declaraciones del líder de Cs en Andalucía, Juan Marín, que dijo que «igual» se equivocaron de estrategia. En respuesta surgió una corriente de apoyo a Hervías, primero en forma de manifiesto anónimo y luego con apoyos explícitos en redes sociales como el del secretario de organización autonómico, Ramiro Domínguez, con un tuit con la noticia sobre el comunicado de este diario.

La polémica se desarrolla más bien en los círculos internos y arraigados de la formación, tengan poder o no, y de hecho muchas caras visibles desconocen los rifirrafes. Estos a buen seguro acabarán oficialmente el sábado, cuando se renueve el liderazgo, pero sería saludable para la formación que se aprovechase para mejorar su democracia interna. H