Poner límites al poder. Desde que se formaron las primeras reuniones esporádicas hace casi nueve siglos para tratar los asuntos relativos a la política y la sociedad de esa etapa medieval, este ha sido y es la razón de ser de las Cortes de Aragón. Aunque su estructura haya variado de forma radical hasta conformarse como el órgano de control e impulso al Gobierno de Aragón que es hoy día, el protoparlamentarismo de las sedes itinerantes del consejo fue el embrión del órgano que desde 1983 se ubica en el Palacio de la Aljafería.

No se puede fijar una fecha concreta de la celebración de las primeras Cortes aragonesas medievales, según, al menos, la historiografía seguida por los eruditos desde el cronista Jerónimo Zurita. Sí se debe diferenciar entre las Cortes del Reino de Aragón –son el embrión de las actuales– y las Cortes Generales de la Corona de Aragón, que reunían a representantes de los estamentos de los reinos y principados de la Corona para tratar asuntos de interés común.

En las Cortes, el rey buscaba el consejo del Reino, sobre todo en el ámbito económico por la necesidad de sufragar gastos sobre todo para iniciativas militares. A cambio, el reino solicitaba compensaciones por los agravios –también llamados greuges– que el Rey y sus oficiales infligían a los aragoneses. También pedían modificaciones de las cargas fiscales y la concesión de privilegios estamentales a través de ordenamientos jurídicos: los fueros. Es decir, el Reino exigía responsabilidades al monarca y limitaba su poder a través de las Cortes.

En Aragón se conoció a cada una de las partes como brazos: el Rey, la nobleza, los caballeros y los representantes del tercer estado, a los que llamaron universidades. Aunque solían reunirse solo cuando el rey lo solicitaba, que es menos de lo que quería el resto de representantes, sí se pueden citar ejemplos, como las Cortes de Borja de 1134, donde se decidió la sucesión de Alfonso I el Batallador; o las de Tarazona de 1592, celebradas tras los sucesos de Antonio Pérez que acabaron con la decapitación del Justicia Juan de Lanuza y en las que se tomaron decisiones como la eliminación de la libertad de imprenta. Sin embargo, el lugar donde más se solían reunir fue la catedral de La Seo en Zaragoza. Además, ciudades como Monzón, Calatayud, Maella, Fraga, Alcañiz o Huesca, entre otras, fueron también sedes de las Cortes.

Un parón de casi 300 años

Cada vez más espaciadas en el tiempo, las Cortes fueron perdiendo vigor e importancia ante la actitud absolutista de los reyes. Cuando la dinastía borbónica, con Felipe V a la cabeza, se erigió en el poder, las leyes e instituciones de la Corona de Castilla se implantaron en la Corona de Aragón a través de los Decretos de Nueva Planta. Se derogaron los fueros y se eliminaron las instituciones propias como el Justicia o el Consejo de Aragón. Por supuesto, las Cortes de Aragón también fueron eliminadas.

Casi 271 años después del decretazo borbónico que suprimió las Cortes del Reino de Aragón, el impulso autonomista quiso recuperar una institución histórica. Gracias a la aprobación del Estatuto de Autonomía en 1982. Tras las primeras elecciones autonómicas del 8 de mayo de 1983, el día 20 de ese mismo mes comenzó la primera legislatura de las nuevas Cortes de Aragón con la elección de la Mesa y la constitución del órgano, con Antonio Embid Irujo como primer presidente de la Cámara.