Laura Gracia: «No me dan un empleo por falta de experiencia»

Laura Gracia es una joven de 19 años que vive entre Barbastro y Zaragoza por sus estudios, y que después de muchos intentos para encontrar trabajo no ha sido posible. «Estuve buscando trabajo este último año y en el 2019, en verano, también, pero en casi todos los sitios en los que entregué el currículo me pedían experiencia», expresa. Con estos argumentos, se vuelve al eterno debate. Los jóvenes y las mujeres han sido dos de los colectivos más afectados por la difícil situación laboral que atraviesa el país y la comunidad. Las instituciones dicen que apuestan por políticas y programas de ayuda al empleo juvenil, pero la realidad, como demuestra esta joven, parece seguir siendo la misma. «Como no había trabajado en ningún sitio en concreto pues no tenía ni experiencia, con lo cual si no me dejan trabajar nunca la voy a conseguir», afirma.

La experiencia es un grado, cierto, pero las oportunidades laborales se han reducido a gran escala, especialmente como consecuencia del coronavirus, y es complicado encontrar trabajo. Incluso por medio de las plataformas online, a través de las que esta joven probó suerte sin éxito. «Me he registrado en Infojobs, en Randstad… He puesto mi currículum y he ido actualizando mi perfil, pero no te dicen nada», lamenta.

«Supongo que no me dan trabajo por falta de experiencia, y además en esta situación del covid, que las empresas están despidiendo a los empleados que ya tenían, no van a contratar a otros nuevos», añade. Por otro lado, no cree que el hecho de ser mujer sea el condicionante para encontrar su hueco.

Miguelina Santana: «Hasta para limpieza es difícil trabajar ahora»

Miguelina Santana regentaba un bar de tapas en Zaragoza con el que «iba tirando» y «se mantenía» económicamente, pero todo cambió cuando llegó la pandemia. El confinamiento domiciliario y los dos meses cierre dieron al traste con su negocio. «Estuvimos indecisos sobre abrir o cerrar, pero al final en julio nos dimos de baja», explica. Desde entonces, encontrar un empleo se ha convertido en un misión casi imposible a sus 52 años.

«Hasta para limpieza es difícil encontrar trabajo ahora», señala. «A ver si aparecen cosas», dice con esperanza. Está tratando de conseguirlo a través de Cruz Roja, a cuyos cursos de formación laboral quiere acceder para abrirse un camino. «Tengo dos hijas de 33 años y nos dijeron que se pondrán en contacto con nosotras para poder hacerlos. Así será más fácil acceder a los trabajos», explica.

El caso de Miguelina es un ejemplo de los estragos que la crisis económica y laboral derivada del coronavirus está causando en Aragón y a nivel nacional. Al quedarse sin actividad, sus problemas se fueron agravando y tuvo que dejar de pagar el alquiler de su vivienda. Esta semana, asegura, «fui desahuciada de mi casa». «Ha sido una situación muy crítica», lamenta. «Cuando cerré el bar, debía muchas cosas, muchos pagos y entonces estaba muy difícil mi situación económica. No teníamos dinero», relata. Incluso comía gracias a las asistencias sociales: «Algunos tiraban con el dinero que tenían guardado para sobrevivir sin ayuda, pero en mi caso no tengo ahorros».

Sobre si las mujeres tienen más dificultades para encontrar un empleo, cree que en su caso es más determinante la edad. «Depende mucho de la juventud que se tenga y los contactos», sostiene. «Me dicen que mande mi currículum para una residencia, pero hay que tener la formación», señala. «A los hombres los reclaman más para trabajos fuertes. A lo mejor en ese sentido tienen más facilidades para hacerse un hueco», reflexiona.

Mariana Sequea: «Quien me contrate, acertara en la elección»

Mariana Sequea llegó a Zaragoza hace unos tres años desde Venezuela con un permiso de asilo. Una vez arreglados los papeles, a principios del 2019 se puso a trabajar en una empresa textil. Así siguió hasta que un año después todo empezó a pivotar sobre el dichoso coronavirus y se quedó en el desempleo por la falta de producción que padecía la compañía por el parón económico mundial.

Estuvo en el paro hasta octubre del año pasado, cuando consiguió trabajo en un local de comida rápida, un contrato de 20 horas que «fue lo primero que conseguí», recuerda. «Me llamaron también para coger fruta, pero soy madre soltera y tengo dos hijos, y no podía desplazarme», señala.

De nuevo, los coletazos de la pandemia, en este caso sobre la hostelería, la dejaron en la calle algunos meses con la sinsabor añadido de que no pudo acceder a un erte. «Fui a pedir el cobro de la prestación y me dijeron que no podía», afirma. Aunque volvió a trabajar algún tiempo, desde hace varias semanas está de nuevo en el desempleo cobrando un subsidio del paro de apenas 200 euros porque sus últimos contratos eran de pocas horas.

«La cosa está complicada. Hay muchas ofertas, pero ponen muchos requisitos», lamenta. «Al venir de fuera es más complicado conseguir trabajo. Puedes tener los conocimientos, la experiencia, pero no entras si no conoces a alguien»

Mujer, migrante y madres dos hijos, de 10 y 15 años. A pesar de estos condicionantes, se muestra «positiva». «Quien me contrate, acertara en la elección. Voy a poner todo mi corazón y empeño», asegura.

 

33 Mariana Sequea.