A los adoquines de la Plaza de España de Tarazona se les está olvidando el sabor del tomate. Ayer, al dar las doce de la mañana, el Cipotegato no se precipitó por la puerta del ayuntamiento bajo una lluvia roja y el repicar de las campanas hacia 10.000 turiasonenses. El más icónico personaje de la ciudad no recorrió sus calles para inaugurar las fiestas patronales. Fue otro 27 de agosto sin celebraciones, el segundo consecutivo. No hubo actos ni celebraciones, y eso era lo que se buscaba desde la corporación municipal, la hostelería e incluso los vecinos. No reinó la fiesta; sí la responsabilidad.

"Fue un sábado como otro cualquiera. Y eso era lo que se pretendía con la campaña de no fiestas que impulsamos". Así lo resume la concejala de Festejos del Ayuntamiento de Tarazona, Eva Calvo, quien señala que, aunque a los turiasonenses "les gusta bailar, socializar y cantar", siempre han destacado por ser «unos ciudadanos muy respetuosos»

Sin embargo, el 27 de agosto continúa teniendo algo especial para los vecinos de Tarazona. Algo late en su interior en los días previos a la fecha, y este año tenían que exteriorizar el sentimiento de algún modo. Así, varias de las personas que fueron Cipotegatos en su día, aquellos que vistieron el famoso traje de arlequín con sus llamativos colores –rojo, amarillo y verde– se reunieron junto a la estatua a la que se encarama este curioso personaje año tras año para dar el pistoletazo de salida a las fiestas. 

Allí dieron un homenaje a la figura de uno de los días más especiales de sus vidas. Aplaudieron ante el monumento y dejaron unos cuantos tomates, el símbolo más representativo de esta Fiesta de Interés Nacional desde 2009.

Deseo para 2022

La opinión de la jornada de ayer es generalizada. «Lo que es gente por la calle no se ve, pero en las huertas y tal sí parece que hay. Han salido vestidos de blanco y azul, pero no se ve fiesta». Así lo cuenta una joven del barrio de Tórtoles, quien también se suma a la llamada a la responsabilidad.

Vallas en torno a la estatua a la que año tras año se encarama el Cipotegato, ayer en la plaza del ayuntamiento. EL PERIÓDICO

Sin embargo, todavía no había terminado el día y algunos ya miraban con ganas al verano de 2022. "Oyendo a la gente y viendo las redes sociales puedo decir que todos los turiasonenses necesitan la normalidad y necesitan celebrar. Estas son unas fiestas muy del corazón. Espero que pronto podamos volver a sacar a nuestro Cipotegato por las calles", asevera Eva Calvo, concejala de Festejos.

Y lo cierto es que la ciudad lo puso fácil. Muchos bares decidieron no abrir sus puertas. Algunos otros decidieron no preparar sus tradicionales almuerzos. Primaron las terrazas sobre los interiores, algo que puede contribuir a reducir los contagios por el coronavirus. 

Esta tendencia es algo que corroboran los agentes de la Policía Local y de la Guardia Civil, quienes coinciden en que no hubo incidentes reseñables y destacan el respeto por las medidas sanitarias. Eso sí, la mayor vigilancia, según explican, se localizó en las huertas "para que no hubiera incumplimientos". "Seguiremos esta noche [la de ayer] y las siguientes haciendo controles y vigilancia", declararon en la noche de ayer a este diario.

El Ayuntamiento de Tarazona dejó de recompensar económicamente a quienes se vestían de Cipotegato en 1983, cuando un ciudadano anónimo pagó treinta mil pesetas a quien hacía ese papel para que le cediera el puesto. A partir de entonces, la demanda ha ido en aumento (en 1999, se presentaron 108 voluntarios, de los cuales ocho eran mujeres), y en la actualidad, el Cipotegato es designado mediante sorteo. Rubén Jiménez fue el último protagonista de la fiesta en el año 2019.