La sismicidad en el Canal de Berdún y la Ribagorza es uno de los fenómenos particulares del Pirineo aragonés. En general, el Pirineo meridional presenta una sismicidad dispersa y poco frecuente (períodos de recurrencia largos, de varios cientos de años), pero caracterizada por intensidades fuertes. Los más importantes han sido el terremoto de la Ribagorza, en la Edad Media, y el terremoto de Martes, acontecido en julio de 1923, del cual tenemos mejores datos. A lo largo de varios meses se sucedió una tormenta sísmica cuyo movimiento más importante alcanzó una intensidad VIII en la escala de Mercalli; destruyó algunas casas del pueblo, otras quedaron en ruinas y obligó a desalojar a la población durante un tiempo. El sismólogo Alfonso Rey Pastor hizo una descripción detallada del mismo y de los daños producidos, así como la justificación de la intensidad asignada. Debido a las particularidades geológicas de la zona prepirenaica, no es fácil saber qué falla concreta de las existentes en la zona pudo causar aquel terremoto. La falla de Ruesta es probablemente la candidata más fiable, pero no hay que descartar los cabalgamientos profundos que afectan al zócalo paleozoico y que se sitúan por debajo de la Sierra de Leire-Orba.

En la vertiente norpirenaica existe una actividad sísmica más continua, aunque en este caso las intensidades son menores. Estos sismos están asociados al antiguo límite de placas entre Iberia y Europa, que quedó sellado durante el Mioceno (hace 20 millones de años), pero que todavía conserva algo de su actividad. Aunque la propagación de las ondas sísmicas es más favorable a lo largo de la dirección pirenaica (este-oeste), los efectos de estos terremotos se han propagado también de forma significativa al Pirineo aragonés.

La cordillera Ibérica aragonesa tiene una sismicidad histórica y actual menor que la del Pirineo, pero cuenta con numerosas fallas activas (fallas tectónicas que han sufrido movimientos recurrentes en el pasado geológico reciente y pueden, por tanto, continuar provocando terremotos en el futuro). El conocimiento, con cierto detalle, de su historia y su comportamiento ha contribuido de forma decisiva a comprender y valorar el peligro sísmico real de esta zona. Destacan las fallas que configuran el corredor del Jiloca (fallas de Teruel, Concud, Sierra Palomera, Calamocha-Daroca) y otras próximas (Munégrega-Gallocanta y Río Grío-Pancrudo).

El último terremoto importante ocurrido en Aragón (Used, septiembre de 1953) fue causado por el movimiento de una de esas fallas, probablemente la de Daroca. Con una intensidad de VII, destruyó o dañó severamente muchas viviendas de este municipio zaragozano, causó una víctima mortal indirecta (una joven de 19 años que sufrió una crisis cardíaca y falleció una semana después), y produjo un desprendimiento rocoso que cortó durante unos días la carretera entre Velilla de Jiloca y Maluenda.

Baja probabilidad

Las principales fuentes de peligro sísmico para la ciudad de Teruel son las fallas de Teruel y Concud. La segunda de ellas es más conocida; los estudios geológicos evidencian que puede producir terremotos de magnitud 6,8 a intervalos de unos 7.000 años, cuando cíclicamente se alcanza la máxima tensión tectónica que el plano de rotura puede soportar. Estimaciones estadísticas indican que hay una probabilidad de entre un 2% y un 25% de que ese seísmo ocurra en los próximos 500 años, y que en este mismo plazo (el que se tiene en cuenta para hacer los cálculos de resistencia de los edificios) son muy probables terremotos de magnitud 5,4 e intensidad entre VII y VIII. Esas estimaciones son las que originaron la controvertida decisión de modificar el proyecto del nuevo hospital de Teruel en 2013. Este se diseñó en principio sin tener en cuenta ningún condicionante sísmico, ya que la denominada Norma de Construcción Sismorresistente atribuye a Teruel un nivel de peligrosidad insignificante y no obliga a adoptar medidas en ese sentido. Sin embargo, varios informes elaborados por investigadores de la Universidad de Zaragoza, el Instituto Geográfico Nacional y el Instituto Geológico y Minero de España pusieron de manifiesto el peligro y aconsejaron modificar el proyecto constructivo del hospital para incorporar medidas antisísmicas.

*Antonio M. Casas y José Luis Simón, profesores del Departamento de Ciencias de la Tierra, Universidad de Zaragoza