La crecida del Ebro que se espera trae muy malos recuerdos. Dicen que puede ser peor que la de 2015, cuando el río anegó campos y más campos de cultivo, se coló por las casas y mantuvo en vilo a más de uno durante varias noches.

Un recuerdo desagradable que ahora se traduce en experiencia. «Ese año no supimos actuar, lo importante es que ahora sabemos lo que puede suceder», explica el alcalde de Boquiñeni, Juan Manuel Sanz. Hace seis años se tuvo que evacuar a todo el municipio in extremis, por eso este mañana, a través de la megafonía del pueblo, el ayuntamiento ha avisado a sus 800 vecinos de lo que puede volver a suceder para que estén preparados para todo, también para tener que dejar sus casas durante unos días.

«Se ha actuado y se ha limpiado el cauce, pero la mota que tenemos está algo debilitada, esperamos que aguante», dice con un nerviosismo justificado.

En Novillas

En Novillas, aguas arriba, los vecinos se asoman a controlar el nivel del río. La margen izquierda del municipio ya es pasto del agua, con sus parcelas inundadas. También el campo de fútbol, que este año estrenaba césped y ahora se ha convertido en una balsa de agua turbia. Varias granjas de esta zona están preparadas para desalojar a sus animales. También en Boquiñeni, donde este viernes ya se han trasladado a un lugar seguro --y seco-- más de 1.500 cerdos.

Campos de cultivo de Novillas cubiertos de agua. EL PERIÓDICO

Alberto, un vecino de Novillas, recuerda que en 2015 ayudó a crear una especie de isla en una granja de ovejas. «Un alto para que no se las llevara el río», decía ayer. Este año ya han sido trasladadas.

En 2018, con un caudal 2.700 metros cúbicos, las motas reforzadas de Novillas evitaron que el agua alcanzara las viviendas, pero la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) calcula --aún con «gran incertidumbre»-- que ahora puede oscilar entre los 2.500 y los 3.200. «Sabemos que los campos se los va a llevar por delante, pero al menos si evita que alcance las casas, algo habremos conseguido», comenta con esperanza Alberto.

En Zaragoza

En Zaragoza, la residencia de mayores de Monzalbarba se prepara para lo peor. En 2015 sufrieron la peor cara del río y no están dispuestos a que les vuelva a pasar, por eso ayer se iniciaron los trabajos para rodear el centro con pequeñas motas.

En Pastriz, Rafael ya estaba planeando el realojo de sus reses a otras instalaciones, al otro extremo del municipio, en la zona más alejada del río.

No muy lejos, en Movera, los vecinos de la urbanización Torre Urzaiz recogían los enseres más preciados. El ayuntamiento les comunicó ayer por la mañana que con el caudal que se espera tendrán que abandonar sus hogares, que acabarán inundados como en 2015.