Iryna Grygorenko, de 39 años, y su hijo Nicolás, menor de edad, llegaron recientemente a Zaragoza procedentes de Ucrania, huyendo de las bombas del ejército ruso sobre Kiev. Primero pasaron por Polonia, luego por Alemania y Francia, hasta llegar a España, haciendo transbordo de un tren a otro. «Hemos cogidos todos los trenes posibles», afirmó.

Y aquí han sido acogidos por Accem, la entidad de apoyo a los refugiados. Esta profesora de español y empresaria de agencia de viajes ha dejado atrás a su marido, que se ha quedado «como voluntario», y a sus padres jubilados, «que no quieren marcharse de su patria».

«Ahora todos nuestros hombres hasta los 60 años ayuda a los soldados de Ucrania», continuó. «Por eso aquí la mayoría de los que hemos venido somos mujeres y niños», indicó.

Cuando salió de su país, las bombas se oían «cada vez más cerca» y saltaban los cristales de los apartamentos. «Llevábamos una vida bastante peligrosa y lo primero que hacíamos al levantarnos era interesarnos por nuestros familiares y amigos», relata.

El fin de todos los planes

«Cuando veo esas calles y esas ciudades destruidas por las tropas de Rusia me parece una cosa irreal, algo difícil de entender en el siglo XXI». Una de las consecuencias de la invasión, explicó, fue que todos los planes personales, familiares y profesionales se vinieron abajo de repente.

«A mí me gusta mucho España», subrayó Iryna, que se refirió a sus lazos empresariales en países de habla española y a otro trabajo que desempeñaba en el departamento de ventas y reservas de una empresa. «Ahora la mayoría no tenemos trabajo», lamentó Iryna, que explicó que la guerra ha llevado la desolación más absoluta a su país. Pero en su nueva patria no va a perder ni un segundo.

De momento, ya ha empezado a enseñar español a su hijo. Para ella España es un país que conocía de vacaciones y por el que tiene un cariño especial «porque la gente hace todo de corazón» y «siempre quiere ayudar», afirmó.

Reconstruir la vida en otro país

«Ahora, lo primero es aprender el idioma, para entender documentos, para relacionarse y resolver problemas...», añadió. Su voluntad es ponerse a trabajar y reconstruir su vida en España, empezando por lo más básico, como la ropa, la alimentación y el alojamiento, para lo que está recibiendo el apoyo de Accem, una mano tendida que agradece sinceramente.

«Mi país no está aún en la Unión Europea, pero estamos en Europa», recalcó la ciudadana ucraniana, que solicitó la ayuda del mundo occidental para su país en pie de guerra