Cuando aún humean los montes quemados en el Moncayo, con más de 6.000 hectáreas arrasadas, los pueblos afectados han empezado a hacer recuento de las pérdidas sufridas y el presidente de la Diputación de Zaragoza, Juan Antonio Sánchez Quero, ha anunciado tras reunirse con los pueblos afectados que solicitará la declaración de zona catastrófica.

«No estáis solos, detrás está Diputación de Zaragoza», dijo el responsable provincial a los alcaldes y concejales, a los que aseguró que su institución colaborará en la reparación de las infraestructuras y enviará técnicos de inmediato para evaluar los daños.

Pero ya en una primera valoración apresurada se constata que las pérdidas se han repartido de forma muy desigual, si bien el parque natural se ha librado por poco del desastre.

El Santuario de Misericordia aún sigue sin electricidad. Jaime Galindo.

 Mientras que en el municipio de Añón, donde se originaron las primeras llamas, han ardido más de 1.500 hectáreas, en Trasmoz solo han sido un centenar, al tiempo que en Talamantes el fuego «no ha tocado ni un solo metro cuadrado», en palabras de su alcalde, José Julián Domínguez.

 Y algo parecido ha sucedido en Litago, donde solo se han visto afectadas «cinco o seis hectáreas», según su regidor, Rafael Ávila, que atribuye esas bajas cifras a una combinación de suerte, por la dirección en que soplaba el aire, y trabajo duro por parte de las brigadas antiincendios del Ejército, del Gobierno de Aragón y de la Diputación de Zaragoza, más la ayuda externa recibida.

Suerte desigual

La suerte no ha tratado igual a todas las localidades de la cara noreste del Moncayo, pues en el término de Añón el incendio ha destruido más de 1.500 hectáreas. «Ha sido un verdadero desastre ecológico», lamenta José María Vijuesca, alcalde de este pueblo moncaíno. «Aún es muy pronto para tener un balance de los daños, pero ya sabemos que se han visto afectadas tanto las infraestructuras públicas como numerosas propiedades privadas», añade el responsable municipal. 

Un grupo de personas observa los efectos del fuego cerca del Santuario de Misericordia. Jaime Galindo.

Las llamas cercaron las piscinas del pueblo y se cebaron especialmente con las viviendas situadas en la parte baja, que también sufrieron los efectos de las labores de extinción. «A veces, para apagar un fuego no queda más remedio que derribar una puerta», explica Vijuesca.

Pero donde más se percibe la estela de destrucción dejada por el fuego es en los montes. «Han ardido extensiones de gran valor natural con encinas y robles y también choperas y otras zonas de vegetación frondosa», enumera el alcalde de Añón. Y, con los árboles, ha desaparecido o huido toda la fauna que poblaba esa parte montañosa del oeste de la provincia de Zaragoza.

«El balance es muy negativo, pero gracias a Dios no ha habido que lamentar la pérdida de vidas humanas», señala Vijuesca, que destaca también el esfuerzo llevado a cabo por una veintena de voluntarios del pueblo que se unieron a los equipos antiincendios.

Graus solo recibirá 28.221 euros por el incendio que destruyó 230 hectáreas en 2021

La localidad oscense de Graus solo recibirá 28.221 euros del Ministerio de Política Territorial como subvención oficial para encarar los daños sufridos en julio de 2021 cuando un fuerte incendio calcinó 230 hectáreas en las inmediaciones del núcleo de Torres del Obispo. Se trata exactamente de la mitad de la cantidad solicitada por las instituciones aragonesas, cifrada en 56.443 euros.

Esta exigua suma forma parte del paquete de ayudas acordadas por el Gobierno central para paliar los efectos de catástrofes naturales y que asciende a 13 millones de euros en todo el territorio nacional.

Por otro lado, la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) ha iniciado los trabajos de recuperación de bosque de ribera en la zona afectada por el incendio de Moros, en la comarca de Calatayud, que causó daño en 11 municipios zaragozanos.

Según el informe del Servicio de Policía de Cauces de la CHE, la superficie de árboles quemados en el tramo del río Manubles que transcurre entre el vado de Villalengua y Ateca, abarca 18 kilómetros lineales. La mayoría de los árboles afectados son chopos, que, aunque aún se encuentran en pie, terminarán por caer al cauce. También hay sauces y otras especies de ribera. En todo el tramo hay pequeños bosquetes que se han salvado de las llamas.

Ahora, se están retirando árboles quemados en los municipios de Ateca, Moros y Villalengua, para evitar obstrucciones en el río y para favorecer la regeneración de la vegetación de ribera, que, gracias a la humedad de esa zona, ya se ha iniciado.

Los tocones (la parte inferior del tronco) se dejarán sobre el terreno para favorecer la sujeción del suelo y la regeneración con brotes de las raíces. 

Entorno desfigurado

No muy lejos de Añón, en Vera de Moncayo la normalidad ha vuelto a las calles de este pueblo de 300 habitantes que multiplica su población en verano.

Pero su entorno está desfigurado por los efectos de las llamas. «Se han quemado zonas de monte bajo, espacios forestales y terrenos agrícolas», se duele su alcalde Ángel Bonel.

Girasoles afectados por el calor desprendido por el incendio. Jaime Galindo.

Además, en las inmediaciones del casco urbano las llamas rondaron el Monasterio de Veruela y causaron daños de distinta consideración en los restaurantes La Corza Blanca y El Molino, así como en viviendas situadas en las afueras.

«Ha ardido tanto territorio que los rebaños de ganado ovino tienen que moverse en busca de pastos porque aquí no queda nada con lo que puedan alimentarse», indica Bonel.

En Trasmoz, que estos días celebra sus fiestas patronales en honor de san Roque, se han visto afectadas «más de cien hectáreas, en su mayoría de carrasca y monte bajo», informa su alcalde, Jesús Andía. «Fuimos desalojados por la cercanía del fuego y por el viento cambiante, pero lo cierto es que solo ha ardido una esquina de nuestro municipio», añade.

El miedo metido en el cuerpo

En Talamantes, más al sur, el fuego no ha causado ningún daño, si bien se desalojó a los vecinos y veraneantes de forma preventiva ante el riesgo de que llegara el humo originado en Añón cuando se declaró el incendio.

«Ha habido suerte, pues hace unos diez años en otro incendio ardió el 80% de nuestro municipio», precisa el regidor, José Julián Domínguez. Con todo, pese a que esta vez las llamas ni siquiera han rozado las casas, «la gente estaba con el miedo metido en el cuerpo por lo que pudiera pasar», continúa.

El mismo miedo que todavía sienten los residentes en el Santuario de Misericordia, una antigua urbanización situada en las cercanías de Borja. Allí los bomberos de la Diputación de Zaragoza han trasladado distintos medios y están todavía vertiendo agua para que no se reaviven los rescoldos.

Por otro lado, Endesa informó ayer de que ya se ha reanudado el servicio eléctrico en la zona afectada, salvo algunas derivaciones a granjas y casas de campo aún pendientes