El Periódico de Aragón

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ADICCIONES

Un 38% de los estudiantes juega a apuestas deportivas en Aragón

La comunidad considera una «grave emergencia» la dependencia de las pantallas en la sociedad / Un 6% de los jóvenes se reconoce ya como adictos al juego, que se ve potenciado en internet

Los menores son los más débiles ante una adicción a las tecnologías. Juan Ignacio Roncoroni

Los jóvenes aragoneses mantienen, como el resto de sus compañeros de generación, una estrecha relación con las nuevas tecnologías. En algunos casos, esta situación traspasa cualquier recomendación sanitaria y puede convertirse en una verdadera patología. Una adicción que, lejos de tomarse a broma, ya empieza a ser uno de los principales problemas entre jóvenes, familias y educadores. 

La guinda, en el apartado negativo, se suma con la facilidad que internet ofrece para acceder a juegos y apuestas. Los datos, tomados en 2020, dan para pensar: más de un 38% de los estudiantes de instituto juegan a apuestas deportivas y un 6% de todos los alumnos aragoneses reconocen tener problemas con el juego. 

Para evitar que esta situación sea todavía más grave, Aragón ya reconoce la adicción a las pantallas y a los videojuegos como una «grave emergencia social» a la que hacer frente. Una guía, Jugar sin adicciones, y la creación de una asesoría en 2023 son las dos primeras actuaciones de un plan, liderado por el Instituto Aragonés de la Juventud (IAJ), con el que se pretende frenar esta tendencia al alza. 

El director gerente del IAJ, Adrián Gimeno, ha presentado este lunes la guía, «que tiene como objetivo la prevención y la sensibilización en este área». Un contexto, el confinamiento producido por la pandemia, fue el que alertó el crecimiento masivo en el uso de pantallas, sobre todo entre los jóvenes: «Más allá del habitual entretenimiento, todos tuvimos que estudiar y trabajar a través del ordenador». 

Gimeno es consciente de que la pandemia «no debe tomarse como referencia», ya que las circunstancias no se parecen en nada a las que tenemos dos años después. Sin embargo, la tendencia en el uso de pantallas sigue creciendo, «y debemos saber convivir con ella y enfrentarla cuando se convierta en algo problemático».

Marta Berbel, del Colegio Profesional de Psicología de Aragón, ha destacado que el problema con el juego entre los jóvenes de la comunidad «es una realidad en auge» que se quiere paliar, en primer lugar, con esta nueva guía. 

Un documento que no se limita exclusivamente a este tema, sino que se atreve a dar consejos, nuevas prácticas y casos reales a los familiares y educadores para saber cómo responder. «Cada vez más padres y profesores nos preguntan cómo actuar ante esta relación de los jóvenes con los móviles o las videoconsolas».

La relación con los adolescentes siempre es complicada pero, cuando entre padre e hijo se coloca una pantalla, esta se puede convertir en insalvable. «Siempre nos preguntan sobre cómo alejar a sus hijos del móvil, ya que quitarlo por completo puede interferir en su comunicación con el mundo exterior», ha resumido Gimeno. «Las mentiras, el cambio de actitud frente a sus familiares y amigos o un descenso importante de sus resultados en el colegio son algunos de los indicadores que nos pueden decir que algo está afectando a nuestros hijos», ha detallado Berbel. Para hacer frente a estos problemas, ambos profesionales recomendaron «ayuda psicológica», aparte de la propia atención de los padres. 

«Los padres notan que de cosas sencillas, de conversaciones, se generan grandes conflictos», ha comentado el director del IAJ, mientras que en referencia a los educadores, Gimeno ha resaltado que las máximas consultas venían por «grandes cambios de tendencias en los grupos o dificultades para que los adolescentes se comuniquen en persona, no a través del móvil». El juego, latente y al que se está alerta, «todavía no es algo por lo que se pregunte mucho en nuestra sección, pero sí que están llegando al departamento de Sanidad, como adicción».

Los padres son los que pueden evitar que la relación con las pantallas no impidan la buena comunicación interfamiliar. «Las familias con normas más claras y con una mejor comunicación entre los miembros protegen y hacen más complicado que estas conductas se puedan convertir en una patología», ha concretado una Berbel que ha animado a educadores y familias a «personalizar» las medidas a cada uno de los jóvenes con los que se trate. 

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