ESPECIAL DEL DÍA DE LA MUJER

Una trabajadora del hogar, ante el 8M: “No veo a hombres anunciándose para cuidar a ancianos"

En el empleo doméstico convergen dos vectores de la desigualdad laboral: la precariedad y la extrema feminización | Las trabajadoras no han podido optar al paro hasta 2022

Dolly Valencia, con 15 años de experiencia y duro trabajo en el sector más feminizado del estrato social: el empleo doméstico.

Dolly Valencia, con 15 años de experiencia y duro trabajo en el sector más feminizado del estrato social: el empleo doméstico. / ANGEL DE CASTRO

Cuando Dolly Valencia pasea por las calles de Zaragoza suele fijarse en esos carteles donde una chica se anuncia para cocinar, limpiar o cuidar a una persona mayor o dependiente. Es a lo que esta colombiana se dedica desde hace 15 años, cuando migró desde Pereira a Zaragoza para dedicarse al trabajo en el hogar. «Me llama la atención que en los anuncios siempre son ellas, en femenino. No he visto nunca empleados del hogar como tal, aunque cada vez veo más hombres que pasean con personas mayores», explica la mujer.

Quizás sea el suyo el oficio más feminizado en el que uno pueda pensar. Las tareas domésticas siempre fueron para las mujeres, tanto en la casa propia como fuera de ella. Allí se ilumina el foco de una desigualdad de género que siempre ha existido pero que se adereza con un pozo sin fondo de brechas sociales para quienes se dedican de forma profesional al cuidado doméstico.

La vida laboral de Dolly Valencia, que tiene ahora 59 años, es casi la de una privilegiada en ese sector ultraprecario que es el de los cuidados domésticos. Ya es decir. Cuida desde hace 10 años a una señora «absolutamente dependiente» por las tardes por un contrato de lunes a sábado con el que apenas supera los 900 euros. Lo complementa con la atención de un hombre más independiente al que prepara la comida y limpia la casa por 400 euros.

«Salgo a las 8.30 de casa y vuelvo a las 21.30 de lunes a sábado y me da justo para vivir. No me puedo comprar unas zapatillas al momento, sino que tengo que ahorrar dos o tres meses», lamenta la mujer. «Es un trabajo pesado, aunque depende mucho de la persona a la que cuidas», comenta Valencia. «La señora a la que cuido depende totalmente de mí. Necesita de mis cinco sentidos alerta, debo estar con los ojos bien abiertos. Eso te genera estrés y un desgaste mental, pero me gusta mucho y por eso aguanto», concluye la mujer.

El año 2022 ha sido de auténtica revolución laboral para las mujeres en que las trabajadoras del hogar comenzaron a cosechar los frutos de su lucha durante los últimos años. No era otra cosa que el simple hecho de cotizar y poder optar al paro, hasta ahora un sinsentido que no hacía más que ahondar en la desigualdad estructural que sufren las mujeres. «Ha sido un regalo. Bueno, más que un regalo es que no lo hemos currado y ganado con la lucha, aunque no tiene efectos retroactivos», cuenta Valencia. Se estima que en Aragón hay 12.000 trabajadoras del hogar que se beneficiarán de la medida.