EXPANSIÓN DE LA COMPAÑÍA

La química aragonesa IQE pone un pie en México y da pasos hacia la descarbonización

La compañía invertirá 45 millones en una fábrica de sílice precipitada que se construye en Altamira, en el estado de Tamaulipas

El grupo industrial trabaja en proyectos de biomasa e hidrógeno para dejar de depender del gas

José Antonio Jiménez, Jorge Villarroya y Eduardo Villarroya, en la planta de Silkimya en Altamira, en Taumalipas (México).

José Antonio Jiménez, Jorge Villarroya y Eduardo Villarroya, en la planta de Silkimya en Altamira, en Taumalipas (México).

El grupo aragonés Industrias Químicas del Ebro (IQE) cruza el charco para la puesta en marcha de una fábrica en México, todo un hito en la historia de esta compañía familiar al ser la primera que va a tener fuera de España. Tras un año de negociaciones con el empresario venezolano Edgar Piña, hace un mes cerró un acuerdo para la compra de Silkimya, la empresa que promueve la construcción de una planta de producción de sílice precipitada en Altamira, en el estado de Tamaulipas. Al margen de esta importante inversión, la compañía tiene puesto el foco en la descarbonización de su actividad, un proceso en el que ha dado ya los primeros pasos en varias direcciones.

El proyecto industrial de México se venía impulsando desde hace unos cinco años, pero se frenó a raíz de la pandemia. El desembarco ahora de IQE, que se ha hecho con una participación muy mayoritaria en la empresa azteca, ha supuesto un revulsivo y un espaldarazo para finalizar la construcción de la factoría, de la que queda por ejecutar el 30% de las obras. La puesta en servicio de la planta está prevista para junio de 2024, cuando se espera que inicie la actividad productiva con una capacidad de 12.000 toneladas al año. Esta cifra se prevé duplicar en el plazo de dos o tres años gracias a una futura ampliación de las instalaciones.

Un gran mercado

El grupo químico aragonés invertirá alrededor de 45 millones de euros en esta actuación, que supondrá la creación de unos 50 empleos en la fase inicial, cuando empiecen a fabricarse los primeros kilos de sílice precipitada. Tras la ampliación, la plantilla rondará los 70 trabajadores.

IQE ha encontrado en la ciudad industrial de Altamira las condiciones idóneas para fabricar sílice precipitada, un material que produce desde hace unos cinco años en sus instalaciones de Zaragoza. Ayuda la disponibilidad de agua, clave en este proceso fabril, y los precios estables del gas de México, un gran mercado que demanda anualmente 70.000 toneladas de dicho producto pero que carecía hasta ahora de un productor local de relevancia. La localización es además estratégica, con Estados Unidos a 600 kilómetros y uno de los puertos marítimos más importantes del país, lo que facilita la exportación de la producción, así como la importación de materias primas.

«Llevábamos un cierto tiempo queriendo poner un pie fuera de España y Europa. Esta era nuestra oportunidad», explicó Eduardo Villarroya, director general de IQE, quien destacó la buena acogida que ha tenido el proyecto entre las autoridades mexicanas, tanto las locales como las regionales y nacionales. El producto «ideal» para dar este importante paso era la sílice precipitada, cuya demanda es creciente a nivel mundial y tiene como principal consumidor la industria del neumático. 

Esta no es la única gran inversión que la compañía aragonesa tiene previsto desarrollar en los próximos años. IQE está dando pasos para avanzar hacia la descarbonización de la actividad química de las tres plantas que tiene en España, la principal de ellas situada en el polígono zaragozano de Malpica. El objetivo es dotarse de un mix de energías que le permitan ser sostenible en el futuro y dejar de depender del gas, un hidrocarburo que ahora consume de manera intensiva y que tantos quebraderos de cabeza ha causado a la industria por la volatilidad de sus precios. Estos llegaron a multiplicarse por tres tras la guerra de Ucrania, lo que puso en riesgo la competitividad de la compañía en los mercados internacionales, a los que va a parar cerca del 60% de lo que produce en España. Además de por una conciencia medioambiental, IQE quiere eliminar el CO2 porque así se lo demandan clientes de peso. La normativa europea también marca esa senda con unas tasas por los derechos de emisión de dióxido de carbono cada vez más altas. «Tenemos encima de las mesas varias alternativas, algunas más avanzadas», apuntó el director general.

Acuerdo con Francia

La biomasa es una de las soluciones energéticas con las que trabaja y ha firmado para ello un acuerdo con la francesa Engie. También se ha aliado con Endesa para un proyecto de hidrógeno verde, pero su viabilidad depende de que se clarifiquen las reglas europeas de este combustible ecológico y las ayudas públicas con que contará, ya que su coste es tres o cuatro veces mayor al del gas. IQE también está barajando la instalación de una caldera eléctrica en la planta de Malpica, donde también está estudiando hacer cambios para tener hornos más eficientes energéticamente. «Todavía no sabemos qué caminos cogeremos finalmente. Son necesarias fuertes inversiones en las que hay que acertar», precisó.

En la parte eléctrica, la empresa ha impulsado una gran proyecto de autoconsumo fotovoltaico en sus fábricas del que ya se ha puesto en operación el 70% de las instalaciones previstas. Cuando se concluya al completo, será capaz de cubrir con este sistema el 25% del consumo de electricidad. 

La empresa cerrará el año con una facturación cercana a los 140 millones

El grupo químico IQE prevé cerrar el año con una facturación cercana a los 140 millones de euros, en torno a un 7% menos que el año anterior, cuando alcanzó casi los 150 millones. La cifra de ventas de 2002 fue de récord pero estuvo condicionada por el efecto inflacionista derivado de los precios desorbitados de la energía, lo que le obligó a encarecer sus productos.

«El año ha funcionado bastante bien para lo que cabía esperar», afirmó Eduardo Villarroya, director general de la compañía. La preocupación era máximo en el verano de 2022 cuando los precios del gas llegaron a multiplicarse por tres, lo que ponía contra las cuerdas su competitividad internacional al ser una empresa gasintensiva. «Vimos el precipicio pero afortunadamente la cosa cambió», explicó. A finales del año pasado empezó a bajar el coste de este hidrocarburo, un descenso que ha continuado hasta este otoño. «La situación es más estable pero tenemos un problema de volatilidad de los precios de la energía en Europa», advirtió.

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