abusos y problemas educativos

Las agresiones de hijos a sus padres siguen al alza en Aragón

La violencia filio-parental aumenta un 9% en la comunidad y sube en las tres provincias, aunque se calcula que solo se denuncian el 10% de los casos

"La ausencia de límites y normas puede llevar a una confusión de roles, llegando a adoptar el menor el papel contrario", aseguran los especialistas

Las terapias correctoras son uno de los métodos más utilizados en busca de una solución a estos conflictos.

Las terapias correctoras son uno de los métodos más utilizados en busca de una solución a estos conflictos. / Marta G. Brea / Faro de Vigo

Arturo Pola

Arturo Pola

Los casos de violencia filio-parental aumentaron más de un 9% en Aragón en 2022. Un repunte que, aunque no especialmente abrupto en el apartado numérico, sirve para confirmar una tendencia que este tipo de abuso está protagonizando en las últimas décadas. No en vano, comparado con los registros del año anterior, estos lances entre hijos y padres han ascendido en las tres provincias de la comunidad.

Los datos, recogidos por la Fundación Amigó a través de la Memoria de la Fiscalía General del Estado, revelan que en Zaragoza los casos han aumentado de los 82 de 2021 a los 85 en 2022. Por su parte en Teruel, las denuncias pasaron de 11 a 13 y fue en Huesca donde, en términos porcentuales, más creció esta estadística (10 en 2021 y 15 en 2022). A nivel nacional, se abrieron un total de 4.332 expedientes por este tipo de delito, siendo Andalucía, la Comunidad Valenciana y Madrid, en este orden, las autonomías en las que más denuncias se interpusieron.

Los cifras recabadas en el último informe, eso sí, no llegan a los números que se alcanzaron en 2020, un año que estuvo marcado por la pandemia y en el cual la mayor convivencia obligada en los domicilios durante el confinamiento disparó en España las situaciones conflictivas entre familiares. En Aragón, durante ese periodo, se registraron 115 casos, una cifra que aumentó drásticamente con respecto a los años anteriores pero que ya es casi idéntica a la de 2022, lo que da muestra de la gravedad del problema.

Sin embargo, los profesionales recuerdan que las cifras oficiales solo son la punta del iceberg de un tipo de violencia que es mucho más habitual de lo que se piensa, llegándose a denunciar apenas el 10% de los casos. «Es algo genérico en todos los tipos de maltrato, pero en este caso el factor social es determinante. Los progenitores tienen mucho miedo al qué dirán y a lo que pensará su entorno respecto a su papel como padres o madres», reflexiona la psicóloga Leyre Bernad. La especialista divide en dos las posibles causas por las que se puede llegar a producir este tipo de agresión. «Puede ser que exista un trastorno de conducta que acabe en comportamientos disruptivos e impulsivos o, por el contrario, puede deberse a una ausencia de límites y normas desde una edad temprana, lo que implica una confusión en los roles, llegando a adoptar el menor el papel contrario», analiza Bernad.

Autoridad

Por ello, el incremento de la violencia filio-parental durante los últimos años puede deberse a un cambio en el modelo educativo. «Este aumento va ligado a la mayor agresividad que se extiende también en un área muy importante para los menores como son los colegios», afirma la psicóloga. «Quizá, tanto en casa como en la escuela, se da demasiada autoridad a los menores y luego es difícil controlarla o retornar al punto de partida», considera Bernad, recordando que la virtud suele estar en el término medio e incidiendo en la importancia de una buena educación desde edades tempranas, el periodo vital «más influyente» en el desarrollo emocional de cualquier persona.

Una vez se produce la primera agresión de un hijo a alguno de sus progenitores, la pregunta que surge es si esa situación que se ha generado puede revertirse o si, por el contrario, ya es demasiado tarde. Siempre dependiendo de cada caso y de sus circunstancias particulares, Juan Antonio Planas, presidente de la Asociación Aragonesa de Psicopedagogía, aboga por la reeducación. «No todo está perdido. Desde luego es un impacto y una vivencia tremenda, pero hay formas de salir adelante. Es un proceso que, tratado, puede atajarse», asegura. «Lo primero es plantarse, no hacer de menos el hecho sucedido para que el hijo sea consciente de la gravedad de sus actos», añade Planas.

Tras la primera agresión, el psicopedagogo recomienda ponerse inmediatamente en manos de profesionales. «En Aragón pueden acudir a la Fundación para la Atención Integral del Menor (FAIM), a los orientadores de cada centro y a psicólogos y psiquiatras si así lo consideran», apunta un Planas que ve prioritario enseñar a los jóvenes a lidiar con la frustración. No obstante, la mejor arma para combatir la violencia filio-parental es la prevención: «Cuando se llega a ese extremo es porque antes ya han existido desplantes, vaciles, insultos y mucho sufrimiento detrás. Exponerse no es de buen gusto, pero no hay que callarse».