Día contra el cáncer infantil

Toño Celma, psicólogo de Aspanoa: "El diagnóstico de cáncer infantil es un golpetazo"

Los niños se acostumbran más a la rutina hospitalaria», reconoce

Toño Celma, este miércoles, en la sala que el psicólogo clínico de Aspanoa tiene en el Hospital Infantil.

Toño Celma, este miércoles, en la sala que el psicólogo clínico de Aspanoa tiene en el Hospital Infantil. / JAIME GALINDO

Eva García

Eva García

La planta tercera del Hospital Infantil es «dura pero bonita», se ha intentado que sea «humana», asegura Toño Celma, psicólogo de Aspanoa que, junto a un extenso equipo, atiende a las familias tras el diagnóstico y durante todo el tratamiento. Hablan con los progenitores de los niños que están ingresados (hay diez habitaciones) y con los del hospital de día, es decir, otros 10 o 12 diarios. Y también con los que «se han curado y están en seguimiento» desde consultas externas. 

El diagnóstico es un «golpetazo», es una «realidad cruda», asegura. Celma aconseja que «no se queden solos». También que confíen en el equipo médico porque «están en el mejor sitio de Aragón»; y que se relacionen con el entorno, con la familia extensa, los amigos y también con «padres que están pasando lo mismo». En muchas ocasiones, asegura el psicólogo clínico, dentro de su entorno «no encuentran la delicadeza y la sensibilidad» y en muchas ocasiones tienen que dejar de trabajar «y se pierden las relaciones».

Las familias acuden a la sala donde está la trabajadora social o Celma en «los momentos críticos», cuando se encuentran mal, no quiere tomar la medicación o están cansado, explica. La habitación está llena de colores y de dibujos, fotos, cartas y palabras de cariño hacia Aspanoa. «Trabajamos con los padres y también con los nenes» y lo hacen siempre «desde la verdad que los padres pueden sostener; si no se puede decir toda la verdad, que no se mienta porque si no pierden confianza», asegura. Es una enfermedad dura, que puede provocar ansiedades y miedos.

También hablan con los chavales porque los hay en «todas las fases del tratamiento; y de todas las edades», asegura. Unos mejoran con la música y les facilita ser pinchados o hacer una prueba; otros necesitan una psicoterapia más larga o valoración cognitiva. 

Asegura Celma que es más difícil «trabajar con los papás que con los niños» pese a que tratan desde bebés hasta adolescentes y «en función de la edad pasan unas cosas u otras». Pero sí que tiene claro que los niños «se acostumbran más a la rutina hospitalaria y superan los miedos más que los papás», aunque también reconoce que estos «saben mucho más que los críos. A ellos les salva que viven el presente y lo hacen con la energía de ese momento». 

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