Dos años de guerra en el este de Europa

Refugiados en Zaragoza: "Mi cuerpo está aquí, pero mi corazón sigue en Ucrania"

Nathasa, junto a sus hijos, y Anna llevan dos años exiliadas en Aragón, desde que comenzó la guerra

En la comunidad, la entidad Accem ha atendido a 824 personas desde 2022

Nathasa junto a sus hijos en la calle Alfonso I, en Zaragoza.

Nathasa junto a sus hijos en la calle Alfonso I, en Zaragoza. / El Periódico de Aragón

Judit Macarro

Judit Macarro

«Nadie te prepara para tener que abandonar tu hogar», dice Nathasa Ibzhenko, ucraniana exiliada en la capital aragonesa. Lleva dos años viviendo con sus hijos en Zaragoza, lejos de casa y de la guerra de Ucrania, su país. Víctor tiene 9 años y Victoria 15. «El pequeño lleva mejor la adaptación, pero a Victoria le cuesta más. A ella, al igual que a mí, le ha tocado repartirse. Nuestro cuerpo está aquí, pero el corazón y la mente están en nuestro país, en los familiares y la vida que dejamos atrás», explica Nathasa.

Anna Orlova llegó a España con su madre hace también dos años, dos semanas después de que estallara la guerra. «Al principio estuvimos en Barcelona, pero luego nos destinaron a Zaragoza», cuenta. La capital de Aragón ya se ha convertido en su segundo hogar, «me parece una ciudad muy tranquila y la gente es muy amable», asegura. Aun así, ella también sigue teniendo la mente y el corazón en Ucrania, «en casa».

Nathasa llegó a Aragón con una ventaja que no ni tuvieron sus hijos, ni Anna. «Yo sabía español, por lo que adaptarme no me fue tan complicado, aunque sí se me hicieron difíciles algunas costumbres. Somos culturas diferentes», explica.

Anna en la puerta del Pilar en Zaragoza.

Anna en la puerta de la iglesia de San Felipe en Zaragoza. / El Periódico de Aragón

Todo lo contrario que Anna, quien no dominaba la lengua y las primeras semanas se las apañó «viendo vídeos en internet para aprender algo». Menciona que, tras varias semanas viviendo en Zaragoza, comenzó clases de español en la universidad. «Ahora ya sé hablar español, aunque mi sueño es dominarlo como un hablante nativo», expresa, porque asegura que «conocer un idioma no es una ventana a otro universo, es una puerta. Es comunicarse, pero también poder leer y entender la cultura del país donde vives».

Sobre la diferencia cultural, Anna asegura que no ha notado mucha diferencia. «Vengo de la zona sur de Ucrania, de Odesa. Allí somos también muy cercanos y divertidos, creo que bastante parecidos a los aragoneses», dice entre risas.

Las dos mujeres se sienten muy agradecidas porque, cuando llegaron a la comunidad, ambas tuvieron acceso a una vivienda y a un trabajo. Nathasa lleva dos años en una empresa de la capital aragonesa y Anna lo estuvo el primer año, «aunque ahora quiero empezar a dar clases de arte y arquitectura, es mi propósito», señala la arquitecta.

Víctor y Victoria comenzaron de nuevo sus estudios en un colegio bilingüe de Zaragoza. «Ellos hablan inglés, pero no español. Por lo que en las asignaturas como música o educación física sacaban nueves y dieces, pero en lengua o historia que las cursaban en castellano les costaba un poco más», explica su madre.

Todos los días Nathasa se dedicaba a ayudar a sus hijos. «Al principio fue muy duro, porque estar en un lugar donde no entiendes nada y ver que los resultados académicos no salen por mucho que te esfuerces es difícil para ellos», menciona.

Ahora, tras dos años de aprendizaje y trabajo, «ya van aprobando todo, están mucho más felices en ese aspecto. Pero siguen extrañando su país y a su familia», expresa la ucraniana.

 Lo más duro para sus hijos, según Nathasa, fue tener que abandonar el hogar donde crecieron. «Sobre todo para Victoria. A ella la guerra le pilló en una edad muy mala, con las hormonas de la adolescencia revoloteándole», afirma. «Dejar atrás a su padre, a sus amigos y a su familia es duro para cualquier joven de su edad», insiste.

824 refugiados

Desde que comenzó la guerra, en Aragón han sido atendidos 824 ucranianos –521 mujeres y 303 hombres– según señalan desde Accem, una de las entidades de la comunidad que más exiliados ha atendido y ayudado desde 2022.

Casi la mitad de ellos llegaron a Aragón durante el primer año de guerra, 416 personas – de las que 272 eran mujeres y 144 hombres– y, en la actualidad, 171 personas reciben atención por parte de Accem –116 mujeres y 55 hombres– dentro de las diferentes fases de valoración inicial y acogida, en el marco del programa estatal de protección temporal. Es decir, que desde que comenzó el conflicto bélico, un total de 653 refugiados ucranianos (atendidos por esta entidad social) ya han podido regresar con sus familias a Ucrania o se han trasladado a otras zonas de España o Europa.

«Estas personas todavía pueden venir a Aragón y recibir ayuda gracias a que el Decreto Eurpeo Temporal de Protección ha sido ampliado hasta marzo de 2025. Por lo que, aquellos que lo necesiten, pueden ser atendidos todavía en los programas de las oenegés», aseguran desde Accem. 

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