El pueblo zaragozano que parece tener un 'compromiso' con Disney
Cuando recorres sus calles, con las ganas y la imaginación adecuadas, te recuerdan a las calles de muchas de las películas que vimos de pequeños
Ricardo Márquez
En la extensa comunidad autónoma de Aragón, en un rinconcito alejado del ruido y el tráfico, Caspe vive entre la pantalla y el mundo real. Cuando recorres sus calles, con las ganas y la imaginación adecuadas, puedes recorrer las calles de muchas de las películas que vimos de pequeños. Por el empedrado, por el castillo, por el aroma a fresca libertad que emana de un pueblito cinematográfico. En Caspe se recupera el puro placer de caminar sin rumbo, sin dirección, de perderse para encontrar algo, lo que sea, y descansar a la sombra de un árbol.
El castillo del Compromiso
Por las calles de Caspe te vas a encontrar con el castillo del Compromiso, un monumento con larga historia. Durante mucho tiempo sirvió como bastión defensivo, y albergó un convento. En el siglo XIX, la rudeza del paso de los años y las guerras casi lo destruyeron. Hoy, apenas unos vestigios resisten, y recuerdan aquellas batallas. Las pocas almenas que quedan, un muro erguido con solemnidad, guardan la memoria de un castillo otrora esplendoroso.
La torre de Salamanca y la plaza Mayor
En las afueras de la ciudad, sobre un monte que custodia y guarda, la imponente torre de Salamanca es un símbolo de fortaleza y pundonor. Desde su mirador celestial, se despliega ante tus ojos una panorámica sin igual, donde Caspe y el valle del Ebro forman una panorámica tan hermosa como inusual. Forjada en las llamas de la última guerra carlista, la tercera guerra, concretamente, en 1874, por mandato del general Salamanca, esta torre es uno de los bastiones más reconocidos de todo Aragón. En su interior, resguarda el Museo de Heráldica, tesoro que atesora los símbolos gloriosos que una vez adornaron la Corona de Aragón.
En la parte urbana de Caspe, la Plaza Mayor es el lugar más transitado y buscado. En los laterales, los antiguos soportales, con sus famosos arcos de Toril, embellecen la plaza. Al frente, la casa Consistorial, con su fachada clásica del siglo XIX es sumamente majestuosa y fotogénica. Otra joya indiscutible de la plaza es la casa palacio Piazuelo Barberán. Y un poco más allá, la calle Barrio Verde, recuerda el legado y espíritu de la comunidad sefardí, que habitó muchos años estas latitudes, y que todavía palpita en esta hermosa judería.
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