SEMANA SANTA DE ZARAGOZA

Un esqueleto real, la forma en la que Ateca triunfa sobre la muerte

El paso abre la procesión del Santo Entierro el Viernes Santo I El cadáver fue donado y se sabe que era de una mujer que padecía artrosis

Paso del Triunfo sobre la Muerte

Paso del Triunfo sobre la Muerte / EP

Quedan ya pocas representaciones del Triunfo de la Vida sobre la Muerte en las diferentes procesiones del Santo Entierro a lo largo y ancho de la geografía española. Zaragoza trató de reimplantarla en 2016, pero no gustó en el Palacio arzobispal y la Hermandad de la Sangre de Cristo decidió guardarla en su almacén; a diferencia de la popular Canina como se conoce a este paso en Sevilla que lleva desde 1691 en sus calles. Sin embargo, en Ateca, en plena comarca de Calatayud, salió por primera vez en 1661 y así hasta la actualidad, salvo el año del covid. La imagen impresiona pues lo que se representa es la muerte con un esqueleto real. Una tradición que promulgaron monjes capuchinos.

La alegoría no está esculpida, se trata, tal y como se señala en las actas de la Hermandad de la Soledad que es la propietaria, de los huesos de una mujer. Se conocen pocos detalles de la misma, pero sí que padecía artrosis y que una de las plantas de los pies está «muy plana, lo que indicaría que desempeñaba algún tipo de trabajo duro», según destaca Fernando Duce, presidente de esta hermandad, quien añade que fue «donada». «Creemos que en España no hay ninguna alegoría de la muerte que se haga con un cadáver de una persona», insiste Duce, mientras destaca que mide metro y medio aproximadamente y está engarzado con alambres. Permanece erguido, lleva una guadaña y sus manos parecen apoyarse en una cruz negra de madera de inferior tamaño.

Este paso forma parte de un desfile procesional que se celebra el Viernes Santo y en el que está muy presente la teatralización. Forman parte de la comitiva más de 300 personas, en un municipio que no supera los 2.000 habitantes, que representan a las doce tribus de Israel, al ejército romano, tocan tambores y bombos y llevan en andas la treintena de pasos que salen en procesión a partir de las 20.00 horas de la iglesia parroquial. Cuando llegan a la plaza es el momento en el que se realiza el auto sacramental por una representación de José de Arimatea y Nicodemo. También es curioso el Paso de la universidad de la Redención, integrado por cuatro personas que simbolizan los cuatro continentes (entonces no existía Oceanía) y, a continuación, los doce estandartes con los nombres de las tribus descendientes de los hijos de Jacob.

Además, procesiona el conocido como Cristo llovedor, un Jesús barroco del siglo XVII, a quien le sacaban en época de sequía, como plan B, cuando «no funcionaban» las rogativas que se le hacía a la patrona del pueblo, la Virgen de la Peana. De hecho, en 2025 hará 100 años de su última salida a petición de los vecinos de Torralba de Ribota.

Otro momento destacado es cuando las miradas están clavadas en el Cristo de la Cuna, que es como llaman al Cristo de la Cama, que es el modo de representar al yacente en Aragón. Sellan la urna mientras los caratapadas dan golpes secos contra el suelo con una pica. Al no poder ver, en alguna ocasión el sonido ha estado marcado por los gritos de dolor de los centuriones que realizan esta escena antes de que regresen todos los pasos a la iglesia, también en procesión. Finaliza en torno a la media noche. Una jornada, la de la tarde que va precedida por una tradición matinal. «Por la mañana del Viernes Santo, desde las ocho de la mañana la hermandad de la Virgen de la Soledad realiza lo que llamamos pregón con cornetas y tambores y se ofrece limonada, rosquillas y torrijas en diferentes puntos de todo el municipio a cambio de una limosna», señala Duce. Era la forma antigua de financiarse la cofradía.

Las alegorías, como el del caso de la muerte en Ateca, también están presentes en algunos pasos de la capital aragonesa, aunque en forma de animal y no como protagonistas.