El futuro de Albarracín: hacia un turismo ordenado que asiente población

«No somos un destino masificado ni se está degradando nuestro patrimonio»

Panorámica de la localidad turolense de Albarracín.

Panorámica de la localidad turolense de Albarracín. / EL PERIÓDICO

Daniel Úbeda

Albarracín es desde hace ya muchos años sinónimo de turismo. Por nuestras calles pasan a lo largo del año miles de visitantes que hacen que nuestra localidad sea uno de los principales destinos turísticos de Aragón. Aunque no nos coge de nuevas y estamos acostumbrados, la situación actual merece ciertas reflexiones sobre el camino que queremos seguir.

La economía de Albarracín se sustenta mayoritariamente en el sector turístico. Lejos quedan ya aquellos años en los que el sector maderero empleaba a gran parte de la población y en los que el turismo, aunque ya existente, se concentraba en momentos puntuales del año. Hoy, cualquier momento es bueno para visitar nuestra ciudad y todos los días del año recibimos visitantes.

Las consecuencias del turismo son mayoritariamente positivas en la localidad, pero creo que es buen momento, ahora que todavía estamos a tiempo, plantearnos qué podría pasar si no cuidamos eso que hemos denominado muchas veces como la gallina de los huevos de oro.

¿Es posible morir de éxito?

Últimamente no han sido pocas las noticias en medios de comunicación de todo tipo advirtiendo sobre el peligro de masificación de destinos turísticos como Albarracín. Casi todos, aunque con diferentes análisis, coinciden en la misma pregunta: ¿es posible morir de éxito? A día de hoy, niego la mayor. Albarracín no es un destino turístico masificado. El hecho de que en momentos puntuales del año la afluencia de turistas se dispare no nos puede llevar a tomar esa afirmación como cierta, o, ¿acaso en cualquiera de los destinos turísticos aragoneses no va más gente de lo habitual en Semana Santa, el puente de agosto o el de diciembre?

Los momentos de más afluencia de visitantes son inevitables por la propia dinámica social de nuestro país, que hace que, con toda lógica, se viaje más en ciertas épocas del año. Creo que lo importante en este sentido, asumiendo esos momentos de más afluencia, es intentar desestacionalizar el turismo, tratando de que durante todo el año la llegada de visitantes sea constante, consiguiendo así un turismo ordenado para que podamos disfrutar del Albarracín tranquilo y de calidad que hoy tenemos.

De la mano de lo anterior, también ha sido cuestión comentada la posible degradación de nuestro patrimonio histórico, consecuencia de un turismo masivo. En este punto, tengo que volver a negar la mayor. La situación actual del patrimonio de Albarracín, gracias al trabajo de mucha gente durante los últimos años, y sobre todo, por la conciencia decidida de los vecinos, es, sin decir que perfecta por un principio de prudencia, muy buena. Albarracín no sería lo que es ni viviría en gran medida del turismo si no fuera por esa conservación escrupulosa de su patrimonio.

Pero lo anterior no debe despistarnos ni hacernos bajar la guardia. El turismo aumenta cada vez más y es responsabilidad del ayuntamiento adelantarse, en la medida de lo posible, a los acontecimientos que podrían llegar. En este sentido, hemos puesto en marcha, en colaboración con la Fundación Santa María de Albarracín, un grupo de trabajo con expertos de distintas universidades españolas con el objetivo de elaborar un diagnóstico participativo que refleje lo más fielmente posible la realidad y que nos sirva para elaborar una estrategia de ordenación turística que nos ayude a los actuales responsables municipales, pero también a los futuros, en la tarea de tomar las decisiones en materia de turismo y patrimonio lo más adecuadamente posible.

Criterio técnico

Considero fundamental que la voluntad política vaya acompañada del criterio técnico en aquellos asuntos que se nos escapan, y en ese punto nos encontramos.

Pero como de todo posible problema hay que intentar extraer el lado positivo, y este caso no iba a ser menos, creo que es un excelente momento para abordar también el asunto desde una perspectiva comarcal. La Comarca de la Sierra de Albarracín es una joya natural que merece la pena ser conocida. Contamos con una de las superficies forestales más grandes de la comunidad y sus bosques, su micología, la actividad cinegética o un sinfín de rutas a pie o en bicicleta convierten en imprescindible su visita. Es importante que el turista, tras su estancia en Albarracín, se adentre de lleno en el privilegiado turismo rural que ofrece cualquiera de los pueblos de la comarca.

El fenómeno turístico de Albarracín no puede ser abordado desde la perspectiva únicamente del visitante. De puertas para adentro, la actividad genera realidades que, por su importancia, deben ocupar un lugar prioritario en nuestro quehacer diario. La falta de vivienda, generalizada en el mundo rural, se hace todavía más visible con la idiosincrasia de nuestro municipio. Las empresas necesitan trabajadores, y éstos, vivienda. Parece obvio, pero a veces lo más sencillo se convierte en lo más difícil y, en esto, tenemos un problema.

Las administraciones deben tomarse este tema como una cuestión vital y la inversión pública tiene que ser inmediata. Un solo habitante de nuestros pueblos que tenga que abandonar el lugar donde quiere vivir por no poder encontrar una vivienda digna donde poder quedarse es un auténtico fracaso político y social que debería ser suficiente para replantearnos las prioridades y el futuro que queremos. Hay tantos estudios sobre la despoblación que ya solo falta una cosa: aplicarlos y financiarlos.

La diversificación de la economía local es otro de los aspectos importantes. Hoy, prácticamente todo gira en torno al turismo. Y esto no es malo, pero debería mejorar. Como se suele decir, poner todos los huevos en la misma cesta puede tener consecuencias peligrosas que recientemente, pandemia mediante, hemos podido experimentar. En este sentido, considero fundamental dar un impulso enérgico y renovado a nuestro polígono industrial, dando facilidades a la llegada de nuevas empresas.

Ante estos retos que se nos plantean se deberían exigir decisiones hábiles, valientes, novedosas y lo más consensuadas posibles con los sectores implicados. Así, con unos cimientos sólidos, Albarracín nunca morirá de éxito. 

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