El poco juego de los toros de Parladé y el fallo a espadas de Ferrera después de una faena importante, fueron las notas destacadas de la corrida celebrada ayer en San Sebastián, segundo festejo de su Semana Grande. Frenta a unos astados grandes, pero escasos de pitones, nobles y casi inválidos, Enrique Ponce mató de pinchazo y estocada (ovación sin salir a saludar) a su primero y de media y descabello (silencio), a su segundo.

Antonio Ferrera despachó a su primer oponente de pinchazo y estocada (palmas); y de seis pinchazos y dos descabellos (palmas tras un aviso) al otro toro. Sebastián Castella logró estocada en el rincón y descabello (ovación tras un aviso); y estocada casi entera (palmas en la despedida) en el que cerró plaza, con casi tres cuartos de entrada.

La falta de brío en los toros condicionó sobremanera la función. Porque siendo nobles, al estar aborregados y en el límite de las fuerzas, no hubo la más mínima emoción. Aunque alguno, como el tercero, hubiera dado más de si en manos más expertas, de la misma manera que el quinto, que fue también toro bueno, si llega a morir de una buena estocada, hubiera mejorado la tarde.

De parte de los toreros, destacó la maestría de Ponce, la destreza de Ferrera en un toro, el buen toreo en otro pero sin espada, y la inoperancia de Castella. Es decir, el desigual reparto de la suerte, con el único toro bueno en manos del que menos pudo y quiso, influyó también en el balance final. El quinto fue un toro bueno hasta que se rajó, sin embargo, duró lo suficiente para que Ferrera le hiciera buen toreo, lo mismo con el capote que con la muleta. Al entrar a matar Ferrera, con el toro descolgado, pinchó repetidas veces.