Cuando fallece un artista como Paco de Lucía se agotan los superlativos en el supermercado de los adjetivos. Lógico. Así que ante tanto despliegue de voces superlativamente dolientes uno debería imponerse un elocuente silencio shakesperiano; mas la actualidad y la dedicación profesional mandan. Se ha marchado Paco, fumador impenitente, hombre de pocas palabras y creador de muchos registros. Guitarrista tan preciso como mágico e innovador, sufrió en su momento, como Enrique Morente (otro heterodoxo), las irás de los que el cantaor definió como flamencólicos. Quizá en esa casta de embalsamadores de las esencias se encuentren algunos de los que ahora, con lágrimas de cocodrilo, lloran su muerte.

Grandes músicos de toda clase y condición quisieron tocar con Paco de Lucía, aunque solo alguno lo consiguió. El guitarrista eligió bien con quien compartir escenario y estudio de grabación. Desde un respeto profundo a los patrones flamencos buscó huir de los lugares comunes y reformuló el toque flamenco, pero siempre tuvo la decencia de reconocer que en ocasiones utilizaba su destreza como instrumentista para conseguir un aplauso seguro. Comprensibles trucos de quien es tratado como un dios, pero comparte defectos con el resto de los humanos.

Sabido es que Paco abrió con su guitarra algunas puertas cerradas del flamenco y ayudó a otros (cantaores como Camarón, sin ir más lejos) a hacer lo propio. Desde los tiempos en los que grababa sin firma en los discos del jazzman Pedro Iturralde, hasta los celebrados encuentros con Al Di Meola, John McLaughlin y Chick Corea, su trayectoria está marcada por la búsqueda apasionada. Su triunfal bulería Entre dos aguas (la recreación que hizo de esa pieza en el festival Pirineos Sur, en 2004, fue un magnífico epítome de su talento mestizo) surgió como la punta de un iceberg más sólido y profundo. Poseedor de una habilidad especial a la hora de escoger a los músicos para sus grupos, Paco añadió indirectamente (a través del percusionista brasileño Rubem Dantas, introductor del cajón peruano) nuevas sonoridades al desarrollo de los jondo.

Paco se ha ido. Aún joven, aunque tal vez algo cansado (así lo sentimos en su actuación en el Auditorio Natural de Lanuza el verano pasado). Descansen pues en el paraíso de los elegidos él y su guitarra; mientras, nosotros, en un entorno más terrenal, recordaremos sus hazañas y, lo que es mejor, seguiremos disfrutando de su música.