Hace justo un año, la voz poética e irónica de Joaquín Carbonell se apagó para siempre. El cantautor turolense, que formó junto a José Antonio Labordeta y La Bullonera el triunvirato más destacado de la denominada canción popular aragonesa, falleció el 12 de septiembre de 2020 a causa de una neumonía provocada por el coronavirus. Su muerte dejó un hueco enorme en el tejido cultural de la comunidad, que, como aseguran sus amigos, ahora es «mucho menos divertido». 

Como sucede a veces en Aragón –quizá más de lo que sería recomendable–, su figura se ha reivindicado en este último año, concediéndole la importancia que tuvo realmente (además de cantante, fue periodista, poeta y narrador). La pandemia, que se lo llevó demasiado pronto, ha seguido haciendo de las suyas y ha obligado a demorar mucho en el tiempo «el homenaje que Carbonell se merece». Al final tendrá lugar el 21 de septiembre en la sala Mozart con la participación de artistas como Serrat, Ismael Serrano o Loquillo. Alloza, su localidad natal, le rendirá este domingo un tributo más íntimo.

«Lo que lamentamos es que no lo pueda ver él, pero qué se le va a hacer. A veces no nos damos cuenta de lo que tenemos hasta que lo perdemos», señala su hijo, Alejandro Carbonell. En este mismo sentido se manifiestan los amigos y músicos que más le acompañaron durante sus últimos años, quienes consideran que el de Alloza era «un referente cultural de primer orden». «A excepción de la Medalla al Mérito Cultural que la DGA le entregó en 2019, siempre he pensado que no estaba lo suficientemente valorado», comenta Roberto Artigas, que compartió muchos escenarios y carreteras con Carbonell con el proyecto musical Los tres norteamericanos. Además de su escudero sobre las tablas, Artigas era gran amigo de Carbonell y su tabernero durante muchos años en Vinos Chueca, el bar que regenta en el centro de Casetas. «En mi opinión, Joaquín tenía la voz más templada de la música aragonesa; su afinación y su timbre eran sobrenaturales», apunta.

El productor y compositor Richi Martínez, que produjo todos los discos de su segunda etapa musical, recuerda que el de Alloza «estuvo en los orígenes de la canción aragonesa junto a los máximos exponentes de ese movimiento». «Fue un precursor», asegura el músico zaragozano.

Lo que más lamentan es que el virus se lo llevó demasiado pronto, justo, además, «en su mejor momento como cantante». «En los últimos años su voz sonaba mejor que nunca. Para mí el concierto que ofreció en diciembre de 2019 en el Principal es un hito en su carrera», considera Martínez.

En ese 2019, Carbonell celebró sus 50 años en los escenarios sobre las tablas del Principal, un concierto antológico. Ahora, Martínez opina que el próximo día 21 recibirá «el homenaje que se merece», un tributo en el que participarán todos los músicos que le acompañaron en los últimos años.

Tal y como indican sus amigos, la muerte de Carbonell impactó sobremanera teniendo en cuenta la vitalidad desbordante del de Alloza; más para un hombre de su edad (falleció a los 73 años). «Me acuerdo de que saltaba desde escenarios de un metro y medio de altura con una facilidad increíble», señala su productor. «Yo nunca lo recuerdo enfermo. No fumaba ni bebía y parecía invulnerable; por eso el hecho de que se lo cargara el virus fue más impactante», añade Artigas.

Esa sensación de que Carbonell aún tenía muchas cosas que decir en el mundo de la música la comparte Jorge Julve, componente de La Moncaina y amigo del cantautor: «Su reconocimiento aún hubiera crecido más».

Irónico y somarda

Sin embargo, para sus más allegados la mayor pérdida es la del Carbonell amigo. «Era muy irónico y muy somarda a veces, pero también era muy buena persona», sostiene David Giménez, el tercero de Los tres norteamericanos.

«Era un saltimbanqui de la vida, en todos los estilos y juegos; se subía a remolques y escenarios y desplegaba sin miedo sus artimañas como el feriante que vende ilusiones y baratijas, de pueblo en pueblo. Carbonell era un cantautor sin chófer, un coleccionador de intemperies, un entrevistador fotomatónico, y, en fin, un medallista aragonés del último segundo», escribió sobre él su amigo y periodista Roberto Miranda, que compartió con el cantautor muchas horas en la redacción de este diario, donde Carbonell colaboró durante 24 años realizando más de 7.000 entrevistas.

Encuentro en Vinos Chueca de los músicos que acompañaban a Carbonell

Encuentro en Vinos Chueca de los músicos que acompañaban a Carbonell

Los que trabajaron con el de Alloza en el mundo de la música destacan su gran profesionalidad. «Siempre decía que a él le llamaban Carbonell una toma, grababa su voz del tirón y cuando le pedían que repitiera no le hacía gracia», recuerda Artigas. Así lo reconoce Martínez, que asegura que en el estudio «tenía las cosas muy claras y sabía transmitir lo que quería». «Te dejaba libertad y aceptaba las propuestas que le hacías, pero si había algo que no le encajaba lo desechaba al instante», apunta el que fuera su productor durante los últimos años.

El propio Carbonell se enorgullecía de no haber grabado nunca una canción «si no consideraba que era buena». Quizá por eso, el número de sus seguidores comenzó a crecer a marchas forzadas desde sus inicios. Con su guitarra recorrió todo Aragón y otras ciudades de fuera de la comunidad. «He ido pueblo por pueblo. De hecho me faltan pocos de Aragón. Es mi orgullo y mi seña de identidad. Mi trayectoria no es de grandes ciudades sino de pequeños pueblos y a mí me gusta hacerlo», explicaba Carbonell en declaraciones a este diario a finales de 2019. «Y lo bueno es que para él no había pueblo pequeño. Actuaba con las mismas ganas y el mismo respeto siempre», destaca Julve.

Dinamizador cultural 

Gran dinamizador cultural y «siempre con proyectos en la cabeza», Carbonell seguía con interés las propuestas que iban surgiendo en la escena musical. «Siempre animaba a la gente a hacer cosas. La música y la cultura de la comunidad se quedó un poco huérfana hace un año. Yo, al menos, tengo dos artistas de cabecera: Lou Reed y Carbonell», subraya Artigas.

Palabras mayores para aquel niño que se pasaba horas delante del televisor de El gato negro, el bar de Alloza, viendo a los grandes artistas mientras soñaba con conseguir algo parecido. «Estoy muy contento de cómo me ha tratado la vida. Soy un chico de Teruel que con la guitarra ha recorrido muchos países de América, toda España y todo Aragón, ¿qué más puedo pedir? ¿Qué más quieres si te aplauden cada tres minutos?», subrayaba Carbonell en la citada entrevista. Este domingo, en su pueblo natal, y el día 21 en la sala Mozart se le volverá a aplaudir allá donde quiera que esté.