La del cortometraje es una industria cuanto menos complicada (si es que se le puede llamar industria aunque ese debate sobre el término sería mucho más amplio). Cada año se estrena una cantidad descomunal de cortometrajes en España y, realmente, verlos es bastante complicado porque acceder a ellos no es tarea sencilla. Y eso que la proliferación del streaming y de diferentes plataformas ha hecho que la cosa se haya vuelto (un poco) más accesible. Aun así, el visionado de estas producciones no es ni mucho menos fácil. Hace dos sábados se celebraron los Goya en Valencia y se llevó la estatuilla a cortometraje de ficción Tótem loba, dirigido por la hasta entonces únicamente actriz Verónica Echegui. Solo por el discurso que dio, ya saben, la apelación a Pedro Sánchez (presente en la gala) para que viera el cortometraje con sus hijas y luego llamara a la propia Echegui para dialogar, a uno se le despertó la curiosidad (también por quién está detrás de la dirección, no lo niego).

Afortunadamente, no me costó encontrar cómo verlo ya que era una coproducción de Movistar+ (ganó el premio Proyecto corto de la cadena y ha sido apoyado, además, por la Comunidad de Madrid) y en su plataforma está para los suscriptores. Y, realmente, me alegro de haber tenido esa curiosidad porque creo que es un corto necesario que retrata una parte de la sociedad en la que vivimos que todavía no ha desterrado determinadas tradiciones y comportamientos amparados precisamente en algo que es difícil definir (no me gustaría entrar en el terreno de la fe porque creo que lo desborda por mucho que hablemos de fiestas patronales en este caso) y que atentan, directamente, como no creo que nadie se sorprenda, contra la mujer.

Basado en una experiencia personal

Solo con leer la sinopsis de Tótem loba, a uno ya casi le entra un escalofrío: «Estíbaliz acepta la invitación de su amiga del instituto Raquel, para ir a las fiestas de su pueblo. Lo que parece ser un fin de semana divertido y excitante se revela como una pesadilla al descubrir Estíbaliz que en el pueblo de su amiga la tradición es que los hombres se disfrazan de lobos y salen a cazar a las mujeres durante la noche. Y lo que resulta más aterrador aún es que a nadie parece importarle ni alarmarle esta terrorífica y abominable costumbre». No quiero destripar el cortometraje pero la descripción se queda hasta corta. Echegui ha explicado que está basado en una experiencia propia que ella vivió con 17 años. Sobran las palabras ciertamente.

Es el momento, pienso, de replantearse muchas cosas de esta sociedad y, quizá, Tótem loba, puede servir para abrir un debate (debería) acerca de hasta qué punto las tradiciones deberían servir como amparo para multitud de actividades y actitudes que chirrían mucho en el siglo XXI, el que se supone que es del progreso.

No lleva mal recorrido el corto ya que, además del Goya, también ha sido reconocido en el Festival de Málaga, en Valencia y en Medina del Campo aunque, la realidad, es que sin el escaparate del cabezón del otro día, probablemente no habría llegado al gran público (si es que realmente lo está haciendo ahora). Algo que enlaza directamente con el artículo de hace una semanas en el que hablábamos de la importancia de los prescriptores en una sociedad en la que los bombardeos mediáticos vienen de todos los lados. Los premios, una vez más, han demostrado que sirven para seleccionar y para llamar la atención sobre determinadas producciones. Tótem loba es un claro ejemplo de todo esto. ¿Cuántos trabajos que merecen la pena habrán quedado olvidados para la historia?