El Periódico de Aragón

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Las 'Turbulencias' de Javier Losilla: Es que el amor requiere talento

Músicas con raíces, artes inmersivas y narrativas transversales. Me las quitan de las manos

Robert Glasper divide su talento en proyectos como Robert Glasper Experiment, R+R=Now, etcétera... EL PERIÓDICO

Fue el barón Hermann Karl von Keyserling (se dice que encargó a Bach las famosas Variaciones Golberg para que su escucha le eyudase a combatir el insomnio) quien afirmó con rotundidad que «el amor requiere talento». Hago paráfrasis de su aserto y entramos en materia de amoríos e ingenios.

Esa pareja de músicos brillantes que forman Taj Mahal y Ry Cooder creó un grupo de corta existencia hace casi 60 años. Luego, Taj y Ry han hecho alguna colaboración esporádica, pero este excelente Get On Board (Nonesuch) es el primer disco que graban juntos. Lo han llamado como el álbum que en 1952 registraron Sony Terry y Brownie McGhee (estrellas del Piedmont Blues Style), aunque de aquella vieja grabación solo han recuperado tres piezas; el resto procede de bucear en directos y en otras grabaciones de Terry y McChee, músicos por los que Mahal y Cooder sienten devoción. Así de florido les ha quedado el tributo, claro: una excitante delicia folk-blues, para la que han contado en la batería y el bajo con Joachim Cooder, el retoño de Ry.

Revoltoso pianista y teclista, Robert Glasper divide su talento en proyectos como Robert Glasper Experiment, R+R=Now, etcétera. Diez años atrás grabó un excelente Black Radio; más tarde hubo un Black Radio 2 y ahora vuelve a la carga con Black Radio III (Loma Vista / Music As Usuak), una propuesta repleta de invitados (Esperanza Spalding, Meshell Ndegeocello, Common, Laiah Hathaway, Gregory Porterr, H.E.R., Q-Tip...) que transita por las veredas del rap, el rhythm & blues, el neo soul y otras variantes negroides. Pero no busquen jazz aquí, salvo en el cierre de la pieza Shine. Busquen sí, y encuentren, un puñado de canciones gozosamente construidas, incluyendo una excepcional versión de Everybody Wants To Rule the World, de Tears For Fears, a cargo de Common y Hathaway.

No Se Asuste es el proyecto musical del bilbilitano Paco Muñoz, hombre orquesta que acaba de facturar La tierra es plana (autoedición), un disco tan singular como lúcido, tan cañero como divertido. Sus bases beben tanto en electrónica setentera como en la contemporánea y desde ahí miran al Caribe (en la mejor línea ÌFÉ), al reggae, a lo atmosférico, al tecno-pop , al funk y a la jota. Y los textos, que en ocasiones tienen cierto aire gandul, mueven a la sonrisa, pero también a la reflexión. No les cuento el resto de los aderezos. Descubran por sí mismos que la tierra es plana y la cabeza de No Se Asuste, bien redonda y alocada.

No se dejen llevar por los cantos de sirena de los profetas del arte que dicen que un museo inmersivo no es un museo, y si pasan por Burdeos acérquense a Bassins des Lumières, una antigua base de submarinos alemanes (nazis) reconvertida (en justa justicia poética) en un colocón de imágenes que envuelven al espectador por tierra, agua y aire. Hasta el 8 de enero de 2023 se pueden ver los programas Venecia la serenísima y Sorolla, paseos a orillas del mar.

En el breve espacio que nos queda (casi sale el título de una canción de Milanés) quiero recomendarles con entusiasmo El libro de todos los amores (Seix Barral), de Agustín Fernández Mallo, y La impostora (Páginas de espuma), de la novelista y traductora Nuria Barrios. Fernández Mallo, quien solo por su novela Trilogía de la guerra y por su ensayo Teoría general de la basura merece todo lo merecible, ha armado en su nuevo libro, a través de una escritura (temáticamente y literariamente hablando) transgenérica, un fascinante tratado sobre el amor. Pero ojo, no se me asusten, que Mallo no es E. L. James. Perturbador como pocos, Agustín va de las ciencias a la mitología y la zoología, de la indagación en el lenguaje a la astronomía, de la enfermedad a la economía, del excremento al fax...Cataloga así tantas formas de amor como vueltas da una tierra que agoniza. Alguna de ellas puede que nos salve del desastre.

En La impostora (Premio Málaga de ensayo) Nuria Barrios se centra en su faceta de traductora, pero sus observaciones trascienden el oficio y nos atañen a todos. A todos los que leemos, nos interesa el riesgo del lenguaje y, sobre todo, cómo las traducciones crean nuevos artefactos literarios a partir de la escritura original. «La traducción --escribe-- requiere un cuerpo paralizado y una mente en ebullición». Bien. La suya ha cocinado un libro vibrante que trata sobre la vida y la torre de Babel. 

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