El Periódico de Aragón

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OTRA MIRADA

Manifestaciones culturales sobre Halloween: Terror, aliens y miedo

En estas fechas regresan a las pantallas de cines y de la televisión las antiguas y nuevas entregas de películas de terror con los personajes de siempre

Drácula ha sido uno de los personajes más representados en la historia. EL PERIÓDICO

Cada año, por estas fechas, regresan a las pantallas de cines y de la televisión las antiguas y nuevas entregas de películas de terror con los personajes de siempre: brujas, zombis, vampiros, aliens, jinetes sin cabezas, Freddy manos tijeras…, con los que lo pasamos de miedo. 

Pero antes que el cine, fue la literatura la que aficionó a una legión de selectos lectores (sin miedo a morirse de miedo) a leer relatos de terror. Comenzó Mary Shelley con su tuneado monstruo 'Frankenstein' (1818). Un nombre que, si bien ha ganado eterna fama, no fue inventado por la autora, sino que se correspondía con el de una ciudad (hoy llamada Zabkowice Slaskie) de Polonia; a ella le siguió el irlandés Bram Stoker, con el insaciable –siempre ávido de un 'bloody mary' más– 'Drácula' (1897). Nuevamente aquí el mito se origina en un lugar real (Transilvania, región carpática de Rumanía) y deriva de un personaje también real del siglo XV: el príncipe Vlad Tepes, quien, si bien por su crueldad fue apodado en su tiempo 'el empalador', tiene en Rumanía el reconocimiento de héroe nacional, en consideración a sus hazañas militares contra los ocupantes otomanos. La película 'Drácula, la leyenda jamás contada' (2014) del director Gary Shore, narra la fantasiosa dicotomía (entre lo heroico y lo monstruoso) que se cierne sobre el esperpéntico personaje.

'El corazón de las tinieblas'

"¡El horror!", la exclamación de Kurtz, protagonista de 'El corazón de las tinieblas' (1899) de Josep Conrad, fue también el sentimiento que inspiró al estadounidense Philips Lovecraft (considerado el escritor de obras de terror más influyente del siglo XX) a la hora de escribir su novela 'El horror de Dunwich' (1928) siendo Dunwich, al igual que Frankenstein, el nombre de una ciudad, esta vez inglesa, que llegó a tener –todo un récord Guinness– 52 iglesias. Este relato de Lovecraft forma parte de su ciclo literario los Mitos de Cthulhu, conformado por un mundo fantástico habitado por un panteón de poderosos y pavorosos seres que, según la historia, pueden ser presentados como demonios, dioses, o incluso extraterrestres. 

H. P. Lovecraft, autor de 'El Necrocomicón', entre otras obras. EL PERIÓDICO

Otra destacada obra de terror de Lovecraft es 'El Necronomicón' (1921), concebido como un grimorio (libro de magia que se usaba como un formulario de hechicerías para invocar a los muertos y a los espíritus). Para revestir a este escalofriante relato de verosimilitud, su autor señalaba que la versión original había sido escrita por el sirio Abdul Alhazred (personaje ficticio) en el siglo VIII. En esta ocasión, Lovecraft pudo haberse inspirado en el recurso que ya utilizó el polaco Jan Potocki (1761-1815) cuando escribió 'Manuscrito encontrado en Zaragoza'. Un relato que, según su creador, se basaba en el manuscrito que había encontrado un oficial napoleónico en el interior de una casa abandonada, durante uno de los sitios a la capital aragonesa. No en vano, en opinión del sociólogo francés Roger Callois (1913-1978) la literatura de Potocki expresa una nueva sensibilidad hacia lo macabro y lo fantástico que bebe de las tradiciones literarias ocultistas procedentes de la cábala y de la hechicería, anticipándose así a la literatura de terror del Romanticismo.

De 'El Señor de los anillos' y 'El Hobbit'

"¡Miedo a morir!". Aterido de frío y bajo una tempestad de acero, refugiado en su trinchera, un joven soldado inglés veía cómo la sigilosa sombra de la muerte le miraba fijamente a los ojos durante unos instantes, hasta que finalmente reanudaba su penosa marcha y pasaba de largo. Aquel joven de 24 años era John Ronald Reuel Tolkien, quien en el transcurso de la Primera Guerra Mundial combatió en la batalla del Somme (1916) la más mortífera de aquella irracional contienda. Sin embargo, aquellos terribles acontecimientos estimularían años más tarde en Tolkien una imaginación sin límites que le llevaría a idear una imaginaria Tierra Media en la que se desarrollan sus historias de 'El Hobbit' (1937) y 'El Señor de los anillos' (1954) las cuales han marcado un hito en la literatura mundial. 

"¡Aliens!" La palabra alienígena, que usamos como sinónimo de extraterrestre, proviene del latín 'alius' (otro). Fue el escritor británico H.G. Wells quien en 1898 publicó una espectacularmente futurista novela: 'La guerra de los mundo's. Un joven Orson Welles (23) haría posteriormente su adaptación radiofónica y así, en la noche anterior a la de Halloween de 1938, en directo y a través de las ondas de la cadena estadounidense de radio CBS, el futuro director de 'Ciudadano Kane' (1941) anunciaba –angustiosamente alterado– a millones de radioyentes que los marcianos habían invadido New Jersey y se dirigían hacia Nueva York. Welles había sembrado el terror en los Estados Unidos. Y hasta tal punto que se llegó a cerrar el espacio aéreo, mientras la gente salió a la calle despavorida, horrorizada, creyendo en la veracidad de la falsa noticia. El resultado trágico fue que centenares de personas resultaron heridas por el colapso que se produjo en muchas ciudades, pero especialmente en la de Nueva York. Muchos ciudadanos sufrieron fracturas de hueso tras caer mientras corrían asustados y hubo infinidad de colisiones entre vehículos, así como numerosos atropellos. Fueron las víctimas inocentes de la 'falsa guerra' de Orson Welles. 

Ridley Scott y su innovación en 1979

Ya en 1979, el realizador Ridley Scott iniciaría con 'Alien, el octavo pasajero', la exitosa serie de películas que inciden en la tesis del devastador choque que se produciría entre terrícolas y alienígenas si en el futuro hubiera un encuentro. Podría ser el fin de la paz en la Tierra, que es lo último que desearíamos. De hecho, no tener paz es la acepción de miedo en inglés: 'afraid', que proviene del latín vulgar 'exfridare', quitar la paz.

De ahí que desear la paz sea el gran saludo de amistad de las tres grandes religiones monoteístas: La cristiana (Paz), la judía ('Shalom') y la musulmana ('Salam'). De este modo, mientras el miedo nos aliena (nos impide desarrollarnos de acuerdos a nuestros valores y nuestras ideas), la paz nos llena de confianza, nos renueva el ánimo y nos une con quienes son diferentes a nosotros. Por eso, el que vivamos con paz y en paz, es el deseo que para nosotros quieren todos los santos y nuestros queridos familiares difuntos, y más aún en los especiales días (1 y 2 de noviembre) en que los recordamos. 

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