LIBROS

Manuel Vilas (presenta 'Nosotros'): "La experiencia del ser humano acaba determinando al escritor"

Ganador del Nadal, presentó este martes la novela con la que consiguió el galardón en el Patio de la Infanta

Manuel Vilas, en la biblioteca del Paraninfo de la Universidad de Zaragoza.

Manuel Vilas, en la biblioteca del Paraninfo de la Universidad de Zaragoza. / Jaime Galindo

Daniel Monserrat

Daniel Monserrat

–Se ha convertido en el escritor del amor...

–(Risas). No lo pretendía, en serio, y de hecho si me llegas a decir hace diez años que me iba a fijar en esa temática, me hubiera parecido imposible. Te lo digo muy en serio. Ni se me hubiera pasado la cabeza que el tipo de escritor que yo quería ser iba a escribir novelas de amor o iba a tratar ese tema que no me interesaba lo más mínimo. Lo mismo con el tema familiar. Al escritor que yo fui a los 40 años ni se le pasaba por la cabeza. Esto es lo interesante, eso significa que la experiencia del ser humano acaba determinando al escritor.

 –¿Ha llegado al amor por sus vivencias?

–Sí, sin duda. Cuando tenía 40 años y escribía novelas muy vanguardistas, cañeras y punkis; yo llevaba en la cabeza un tipo de escritor concreto porque estaba viviendo una experiencia todavía juvenil a pesar de tener 40 años. Al ir viviendo y madurando tu vida y aparecer en tu horizonte vital temas como la desaparición del padre o la madre, tu literatura cambia, se dirige a otros derroteros por el impulso de la vida. Pero no lo había previsto. Entonces cuando veía escritura de amor, me parecía cursi... y mírame ahora.

 –En ‘Nosotros’ habla del amor pero de una mujer de mediana edad...

–Irene tiene 50 años. Pensé mucho la edad de la protagonista. Si era tan atractiva como es en la novela pensé que tendría que tener 40 años pero entonces no sería capaz de albergar tanto pensamiento. Y me lancé a los 50 porque a esa edad la belleza también es fantástica.

"Hasta ‘Ordesa’ creía que la literatura era un semisótano con poca luz"

 ­–Es una novela en la que se busca la presencia desde la ausencia.

–Irene es una mujer conflictiva, una pasión andante. Ha perdido a su marido y vive enajenada por esa pérdida, no la acepta. El principio del libro es una 'road movie' en la que ella se inventa una liturgia en la que se acuesta con hombres y mujeres y en el orgasmo alcanza a ver a su marido muerto o eso cree. Luego te va contando la novela que vivieron un amor que duró 20 años donde hubo una perfección amorosa que parecía un milagro, cuenta la historia de las familias… Y luego hay una fractura muy potente en la novela que el lector no se espera aunque fui dejando pequeñas pistas sobre su manera de ser. Era una mujer empoderada, que busca el placer, la libertad, que tiene un enemigo profundo, la soledad. Soledad, libertad y placer son sentimientos que cualquier ser humano puede tener.

 –¿Hasta qué punto la fantasía construye nuestra realidad?

–Ese es el tema de la novela porque es un tema muy humano. Lo bueno de nuestro pasado es que no existe, lo recuerdas... pero si te lo inventas, ¿quién te va a pedir cuentas? Ella se inventa cosas de su pasado por una voluntad artística también, ella quiere que la vida sea plena y para que su vida sea plena se le ocurren varias estrategias y una de ellas es esa.

El barbastrense Manuel Vilas, ganador del Premio Nadal.

El barbastrense Manuel Vilas, ganador del Premio Nadal. / Jaime Galindo.

 –Otro tema que le persigue en sus últimas novelas es la muerte...

–Aquí está narrada la agonía de Marce. Hay un tema en el amor que me interesaba y que es cuando uno a los dos formantes de la pareja le sentencian con una enfermedad incurable. ¿Qué hace el otro? Desaparece el erotismo, ella llega a fantasear con que la sed, los fluidos de la decrepitud, la sangre que vomita son también actos eróticos y necesita una relación erótica también con la decrepitud de su persona amada. Un poco como la película Amor, de Haneke. Es un interrogante que le lanzo al lector, ¿qué hacemos cuando en el amor se produce la enfermedad, la decrepitud, el envejecimiento y se acercan los momentos más sórdidos de la muerte?

"La literatura de creación goza en Aragón de una salud extraordinaria"

–¿Pretendía hacer una crítica a la sociedad actual en cuanto al placer?

–Hay una reivindicación en toda la novela del placer. Yo he descubierto una cosa con esta novela, si en el amor no hay placer, ese amor no sirve. La palabra placer no tiene una buena consideración pública, es una palabra inadecuada, incomodante, la hemos sustituido por eufemismos como likes, me gustas, me encanta, me chifla, me fascina,... pero la realidad es que nos regimos por la búsqueda del placer, comer es un acto de placer. Cuando alguien dice que me encanta mi trabajo es que le da placer. La palabra placer en sí misma, probablemente porque nos recuerda a la corporalidad o al erotismo, nos incomoda. Irene ya no va a ser hipócrita, sabe que lo que busca es placer, su placer.

 –¿Qué le ha supuesto ganar el Nadal?

–Alegría y responsabilidad. La nómina de los ganadores es historia viva de la literatura española y tú eres un recién aparecido ahí. Me asusta figurar en esa lista. En general, soy un escritor bastante asustadizo. Cuando vivía en una semiclandestinidad como escritor nadie te decía nada ni para bien ni para mal. Estás en un claroscuro, un poco triste porque no tienes lectores pero en otras cosas estás muy bien. A veces me acuerdo de esa época y, por otra parte, la vivencia de la literatura era intensísima igual. Ahora tienes un montón de público lector y eso a veces me asusta por si decepciono. A todos los escritores nos pasa, hay un síndrome del impostor en la literatura, de repente no sabes porqué un libro tuyo le gusta a tanta gente. Acabas pensando que se han equivocado.  

"Lo bueno de nuestro pasado es que no existe, si te lo inventas, ¿quién te va a pedir cuentas?"

–¿Uno duda de su obra?

–A mí me pasaba con Ordesa, decía ‘esta gente se ha equivocado’. Ese síndrome es muy interesante y existe mucho en la literatura, la vivencia que tiene un escritor de su tránsito en el mundo es la del impostor, la de que eso no le tocaba a él, era para otro.

 –¿En algún momento pensó que le llegaría este momento de éxito?

–No, creía que la literatura era esa especie de semisótano donde a veces entraba algo de luz porque te hacía caso alguien pero no era lo normal. Luego como había casos en la literatura que te amparaban como Kafka, Pessoa o Rimbaud, me parecía lo normal estar así. Lo que sí he tenido siempre es una vocación de terquedad aragonesa, de tozudo aragonés, esta perseverancia en la literatura era tozudez mía.

 –¿Es esa tozudez la causa del gran momento de las letras aragonesas?

–No me extrañaría nada porque la renta per capita literaria que tiene Aragón es la más elevada de España muy por encima de Madrid y Barcelona. Somos en eso la comunidad más rica de España. Sin duda, sociológicamente esto significa que la literatura de creación goza de una salud extraordinaria aquí. Se había dicho a veces que Aragón no daba escritores y eso es mentira, quizá lo que faltaba era un ambiente sociológico donde la cultura era posible y eso desde los 80 y 90 se ha dado. 

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