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Francisco de las Heras, Mujeres en Ansó, 1912. (Museo Sorolla, Madrid)

El 'Visor' de Chus Tudelilla: La fotografía en la pintura de Sorolla

Nunca ocultó Joaquín Sorolla su interés por la fotografía, un instrumento que se reveló extraordinariamente eficaz para resolver determinadas cuestiones que afectaban a la pintura

Nunca ocultó Joaquín Sorolla su interés por la fotografía, un instrumento que se reveló extraordinariamente eficaz para resolver determinadas cuestiones que afectaban a la pintura. Lo supo desde los inicios de su formación en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos en Valencia donde, al parecer, se utilizaban fotografías para realizar ejercicios de dibujo y resolver perspectivas; y, sobre todo, a partir de la experiencia temprana como ayudante en el gabinete del fotógrafo valenciano Antonio García Peris, a quien conoció en 1878 a través de sus compañeros Cecilio Plá y José Antonio García del Castillo, hijo del fotógrafo y hermano de Clotilde, su futura esposa. Fue así como la fotografía entró en casa, y con ella la amistad con los profesionales más destacados, y el conocimiento de los avances técnicos que Sorolla utilizó según sus necesidades pictóricas: encuadres, composiciones, tratamiento de la luz o registro documental...; si bien, el enorme impacto de la fotografía en la pintura reside en la capacidad del nuevo y revolucionario medio para ver aquello que se escapa al ojo humano. Es obvio que, salvo excepciones, la mayoría de los artistas plásticos empezaran a utilizar la fotografía, aunque muchos lo encubrieran; al contrario de Sorolla, quien no tuvo problema en conservar los registros fotográficos por ser fuente imprescindible de su método de trabajo y del proceso pictórico. Una decisión que no fue comprendida por quienes llegaron a calificarle de mero ilustrador de fotografías, obviando las declaraciones del artista en las que muestra su gusto por la pintura al natural, como documentan numerosas fotografías.  

Sirvan los motivos mencionados como base argumental de la importancia que adquiere la fotografía en las colecciones del Museo Sorolla en Madrid, cuyo legado se ha organizado en varias secciones: el núcleo más amplio es el conformado por los fondos reunidos por el artista que incluyen fotografías familiares de Antonio García, y de otros prestigiosos autores del momento con los que Sorolla colaboró o fue modelo para diferentes reportajes en prensa, además del repertorio de imágenes que adquirió. Siguen la colección de su hijo, fechada entre los años 1931 y 1948; la secuencia de imágenes posteriores a 1948 sobre la Casa Sorolla y, por último, donaciones e imágenes de otros archivos. La página web del Museo Sorolla permite conocer el legado fotográfico que Clotilde García del Castillo, viuda de Joaquín Sorolla, dejó en la casa familiar, en cuya catalogación, iniciada en 2011, encontramos el registro de la estancia del artista y familia en Aragón a través de las fotografías de Francisco de las Heras, Anna M. Christian y Gustavo Freudenthal.

Proyecto 'Visión de España'

El 26 de noviembre de 1911, Sorolla inició el proyecto 'Visión de España' que Archer M. Huntington le había encargado para la Hispanic Society, tras el éxito de su exposición en 1909. Como en él era habitual, comenzó a realizar bocetos y estudios al tiempo que recopilaba información gráfica, indumentaria, joyas y objetos de las diferentes regiones para, a continuación, centrarse en el plan de viajes. Un método de trabajo y documentación relacionado con el pensamiento de la Generación del 98 y, por supuesto también, con las ideas regeneracionistas. Aragón fue motivo de uno de los paneles. En diciembre de 1911 Sorolla pintó en su estudio de Madrid el cuadro 'Abuela y nieta, Valle de Ansó' que inició la dirección de la serie. Entre los días 21 y 29 de agosto de 1912, se acercó al Roncal en busca de tema para el panel dedicado a Navarra; según algunas fuentes pudo acompañarle el fotógrafo Francisco de las Heras, establecido en Jaca desde 1910, a quien se atribuyen las imágenes de Sorolla ante el monumento a Gayarre o pintando 'Tipo del Roncal con Eugenio Gárate como modelo', así como la serie de mujeres vestidas con el traje típico de Ansó, localidad que el grupo visitó el 29 de agosto antes de regresar a San Sebastián al día siguiente. De aquella breve estancia Sorolla hizo mención en una carta a Clotilde: «Ansó es admirable para pintar personas así que, cuando toque hacer estudios de Aragón, volveré para estudiarlo». 

La familia Sorolla pasó el verano de 1914 en Jaca, adonde llegó a mediados de julio con el propósito, según informó la prensa, de «pintar un cuadro de costumbres aragonesa y para él ha requerido a manera de modelos tipos de los valles de Ansó y Hecho, con indumentaria clásica». Sobre aquella estancia escribió J. M. Bandrés una crónica que 'El Noticiero de Zaragoza' publicó el 9 de septiembre: «(...) le vimos llegar con sus tientos, sus caballetes y sus paletas, instalarse con toda su familia en una casita de las afueras y preparar sus lienzos, en un estudio provisional (...) Pío Díaz, única persona con quien le vimos departir al principio, nos habló de unos modelos que buscaba, de ciertos trajes que había adquirido, de muchos materiales que acopiaba, precursores de unos cuadros de costumbres montañesas, para enviarlos a América y ¡la verdad!, ante todo eso y con lo que la imaginación nos hacía ver, a los jaqueses en general, y a los corresponsales en particular, se nos hacía la boca agua. Ahí es nada. Tener a Sorolla en casa y tenerle pintando. No ha sido su veraneo, un veraneo de distracción y descanso. Trabajador infatigable al trabajo ha dedicado los días estivales, siendo fruto de aquel, dos prodigiosos lienzos, al decir del inteligentísimo artista Gustavo Freudenthal única persona que los ha visto. Porque ¡oh decepción! Sorolla ha vivido para el arte y solo para el arte y su vida de relación aquí, ha sido nula. Sus hijos, sus pinceles, sus modelos, algún que otro rato Pío Díaz y esta y la otra noche, su butaca en el teatro, siempre dibujando en los entreactos y siempre ocultando sus dibujos a los ojos, más que curiosos admiradores que a hurtadillas pretendían verlos... esta ha sido su vida en estos dos meses. Y lo peor es que tampoco hemos visto sus cuadros, esos lienzos, que mi amigo Freudenthal admiraba tanto y que según reproducen, escenas del Roncal y de Ansó, han sido arrollados sin haberlos visto nadie. A América irán y allí admirarán con el dibujo y el colorido y la composición del lienzo, obra de Sorolla, nuestros trajes, nuestras costumbres y nuestra vida montañesa». Del fotógrafo alemán Freudenthal -a quien Sorolla pudo conocer en Madrid en el estudio de Franzen donde aquel se formó antes de establecerse en Zaragoza-, se conserva en el archivo del Museo Sorolla la fotografía de una pareja con trajes del Roncal, aunque lo más destacable es la estrecha relación que mantuvieron, como se evidencia en los comentarios del periodista Bandrés y por haber sido testigo de la boda de la hija del pintor que tuvo lugar en la catedral de Jaca, el 7 de septiembre, y cuya fotografía, en la que aparece Freudenthal, la realizó un asistente de su estudio.

Gustavo Freudenthal, Boda de la hija de Sorolla en Jaca, 1914. (Museo Sorolla, Madrid).

La fotógrafa Anna M. Christian

Quien pasó inadvertida fue la fotógrafa Anna M. Christian, a quien ya dedicamos un 'Visor'. Fascinada por la pintura de Sorolla, que había descubierto en la exposición celebrada en la Hispanic, dejó sus estudios de arquitectura y viajó a España para conocer el país junto al artista, que la invitó a compartir con su familia la estancia en Jaca. En el Museo Sorolla se conservan varios de sus reportajes, entre ellos los de carácter doméstico realizados en los alrededores de Jaca y ante los paisajes que Sorolla pintó y, por supuesto, el dedicado a la arquitectura de Jaca, un tema con el que logró aportar, por su aire poético, una visión renovadora de la etnografía, como quedó patente en la exposición 'Photographs of Rural Spanish Home' organizada por la Hispanic en 1916. El 13 de diciembre de 1929, 'Abc' publicó el artículo 'Las amigas de España' de su corresponsal en Nueva York, Miguel de Zárraga, dedicado a las mujeres hispanófilas apenas conocidas frente a la fama de sus homólogos masculinos, entre ellas Anna Christian que casi todos los años viajaba a España, un país que conoció gracias a Sorolla. 

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