SÉPTIMO ARTE EN LA COMUNIDAD

Guardando las distancias: La supervivencia de los festivales de cine

¿Nos estamos creyendo realmente el eslogan de ‘Aragón, tierra de cine’?

El Festival de Cine de Zaragoza lleva vivo 27 años.

El Festival de Cine de Zaragoza lleva vivo 27 años. / ÁNGEL DE CASTRO

Daniel Monserrat

Daniel Monserrat

Cuando llegan estas fechas y desde Zaragoza vemos como año sí y otro también hay representación aragonesa en el Festival de Málaga, no siempre en la sección oficial, eso sí, pero hay vida más allá de ella, me invade un poco de envidia de ver cómo en la ciudad andaluza creyeron hace 26 años en crear la gran cita del cine español y la llevaron adelante. Si hablamos de presupuestos, evidentemente es otro mundo porque una apuesta como aquella necesita de una inversión elevada y sostenida en el tiempo. Algo que, por otro lado, también podría darnos envidia.

Pongo lo del dinero por delante porque en Aragón siempre hemos tenido mucho que decir en el cine. Incluso cuando a nadie parecía que le importara aunque esa tendencia definitivamente ha cambiado con una carrera a veces creo que demasiado alocada por convertirse en un gran plató de cine. En toda la comunidad tenemos más de 30 festivales audiovisuales, unos más grandes, otros más pequeños con el Festival de Huesca a la cabeza como el más antiguo y el que, a día de hoy, goza de más prestigio. Una cita en la que se apuesta por ese espacio amigable que permite el cine y que les da la oportunidad de contar con todos los cineastas destacados aragoneses pero también siempre con alguna figura internacional como Terry Gilliam en la última edición.

Un trabajo encomiable

En Zaragoza, por su parte, residen un buen montón de festivales y muestras que realizan un trabajo encomiable dando a conocer en muchos casos realidades que, de otra forma, quedarían silenciados en las grandes salas de cine (cada vez menos) que no suelen apostar por trabajos al margen de la comercialidad. Ahí tenemos por otro lado al Festival de Zaragoza, el más veterano de todos, que desde hace dos años tiene que competir con el Saraqusta Festival, la nueva apuesta del equipo de gobierno municipal que se centra en el cine histórico.

Ninguno, evidentemente, llega al nivel de atracción para la industria ni (también hay que decirlo) para los espectadores del Festival de Málaga pero, ahí está el quid de la cuestión, la cita andaluza suele tener un presupuesto que ronda los dos millones de euros. Entre todos los festivales que se realizan en la capital aragonesa no se llega al medio millón de euros de ayudas públicas. Inversión a la que habría que sumar (o comparar con) el casi medio millón de euros también que costó traer los Premios Feroz a la capital aragonesa.

Los festivales aragoneses realizan un trabajo maravilloso, permítanme destacar los que tienen lugar en municipios más pequeños como Fuentes de Ebro, La Almunia, Ainzón,... pero creo que se impondría una reflexión mayor. Cuando hablamos de Aragón, tierra de cine, y entramos en esa carrera por facilitar los rodajes a lo largo de toda la comunidad e invertimos en crear oficinas asesoras que logran atraer esos rodajes que, sin ninguna duda, van a revertir en imagen positiva de la comunidad, creo que no deberíamos olvidarnos de otra gran pata de la industria audiovisual, los festivales y las muestras.

Y ahí es donde creo que las instituciones deberían ser capaces de incrementar su aportación económica porque, al final, eso acabará repercutiendo en la calidad de la programación y, sobre todo, en generar un potencial nicho de espectadores que se verán atraídos por el séptimo arte. Algo que únicamente puede redundar en una sociedad mejor. ¿Nos estamos creyendo realmente el eslogan de Aragón, tierra de cine? 

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