OPINIÓN

Guardando las distancias: La perversa realidad escondida

Cuando se habla de la Cultura todo parece estar en sospecha

Tarta Relena ofreció el último concierto en el Laboratorio del sonido.

Tarta Relena ofreció el último concierto en el Laboratorio del sonido. / El Periódico

Daniel Monserrat

Daniel Monserrat

Es un asunto que cada cierto tiempo vuelve a la palestra. Y es curioso porque nadie se plantea las ayudas a otros sectores como si fueran un dinero perdido pero, ay, amigo, cuando se habla de la Cultura todo parece estar en sospecha, empieza la trinchera y ya sálvese quien puede. Esta misma semana la cancelación de la programación cultural del Centro de Arte (no sé por cuánto tiempo) y Tecnología Etopia ha sido un tema recurrente en la actualidad informativa. 

Aunque el ayuntamiento niegue que sean de su responsabilidad las actividades que en el centro se realizan y achaca a una decisión de la Fundación Zaragoza Ciudad del Conocimiento su cancelación, lo cierto es que sus declaraciones públicas van delatando que quizá su versión no es tan cierta como dicen. Primero fue el concejal del que depende Etopia que dejó bien claro que el futuro del centro no pasa por las actividades culturales sino por el emprendimiento y, en la misma línea que la alcaldesa Natalia Chueca al día siguiente, empezó a sembrar dudas sobre la viabilidad de la fundación. La propia Chueca dijo sin rubor alguno que el ayuntamiento, uno de los patronos de la fundación, «metía dinero a fondo perdido». Curiosa forma de interpretar una inversión municipal porque si medimos todo así, no sé yo cómo se puede justificar la mayoría de los programas que financia el propio consistorio o incluso el funcionamiento de los organismos públicos, ¿no?

En realidad, lo que desvelan estas afirmaciones es que, efectivamente, el ayuntamiento no ve con buenos ojos que el dinero que está aportando a la fundación se dedique a actividades culturales en Etopia. Y, a partir de ahí, cada uno puede hacer sus cábalas y pensar lo que quiera pero es que las palabras están claras. Además, si el problema es la fundación, doy por hecho que será el ayuntamiento el que tome las riendas para que el centro siga siendo referente en residencias artísticas en Europa, en combinar el arte y la tecnología, en su laboratorio de sonido, ¿no? Todo lo contrario será confirmar que, tal y como parece claro, no quiere programación cultural en un centro que sus socios de gobierno, Vox, llevan tiempo poniendo en el punto de mira.

Y, en el fondo, parte de llegar a este punto de inversiones o gasto deriva de que el propio sector cultural se ha dejado atrapar en un debate envenenado. Cuando los propios actores culturales salen a defender que la Cultura genera un impacto económico de no sé cuánto, que supone un porcentaje determinado del PIB, que da no sé cuántos puestos de trabajo... Es entonces cuando el poder político al que le interesa solo lo económico ha ganado. Ya no hay vuelta atrás. Así, tienen muy sencillo argumentar que Etopia es «meter dinero a fondo perdido» y nadie se escandaliza o meter recortes en las partidas culturales con la excusa de que la cultura «no debe ser subvencionada». Y así todo.

Que el concepto con el que nació Etopia ha muerto para siempre es algo que no tiene vuelta atrás. El ayuntamiento no va a recular porque es una decisión de política de legislatura y claramente ideológica (me refiero de ideología económica, ni siquiera entro en corrientes políticas) y la que pierde por encima de todo es la ciudadanía. Como (casi) siempre. Una parte de la cultura necesita vivir también al otro lado de los márgenes para ir creciendo y conseguir hacerse un hueco en la sociedad. Ese lugar en Zaragoza está ya casi volatilizado. Y no se trata de que se pierda la oferta, se trata de que el futuro es mucho más negro que el que pregonaba Etopia desde sus muros.

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