MÚSICA

Crítica de Javier Losilla del concierto de Grupo Enigma: El amor requiere talento

La formación ofreció un concierto que se inscribe en la 29 temporada de Enigma, presentada bajo el epígrafe 'Surrealismo. Arte, utopía y revolución'.

El Grupo Enigma ofreció un nuevo concierto de su temporada el lunes en el Auditorio de Zaragoza.

El Grupo Enigma ofreció un nuevo concierto de su temporada el lunes en el Auditorio de Zaragoza. / JAIME GALINDO

Javier Losilla

Javier Losilla

"(No amo a las mujeres). Hay que reinventar el amor, (se sabe)". Si suprimen los paréntesis de la oración que acaban de leer, un verso de 'Una temporada en el infierno', de Arthur Rimbaud, les quedará el título de la actuación del Grupo Enigma, el lunes, en el Auditorio de Zaragoza. Un concierto que se inscribe en la 29 temporada de Enigma, presentada bajo el epígrafe 'Surrealismo. Arte, utopía y revolución'.

Aunque André Breton consideró a Rimbaud un surrealista “en la práctica y en la vida”, lo cierto es que el poeta de Charleville (Francia) perteneció al grupo de los simbolistas, con Baudelaire, Mallarmé, Verlaine, Lautréamond y otros. Pero eso no invalida la intención de revalidar el amor, sea simbólica o surrealistamente. La poesía de Rimbaud atravesó el concierto, pues entre las piezas musicales se proyectaron fragmentos de sus obras 'Carta del vidente (a Paul Demeny)', 'Iluminaciones' y 'Hermanas de la caridad'. Retazos poéticos para unas composiciones, también más simbolistas que surrealistas, del canadiense Claude Vivier ('Paramirabo', 1978 y 'Bouchara', 1981) y de la inglesa afincada en Berlín Rebecca Saunders ('CRIMSON. Molly’s Song I', 1995).

'CRIMSON. Molly’s Song I', que cerró el programa y se interpretaba por primera vez en España, es una obra asombrosa para oboe, clarinete bajo, clarinete contrabajo, corno, trompeta, trombón, arpa, percusión, metrónomos mecánicos, silbatos, cajas de música y cuerdas, que pertenece a un conjunto de obras inspiradas por el monólogo final de Molly Bloom, de la novela 'Ulises', de James Joyce. Como en otras composiciones de Saunders, la música, todo un vibrante juego de timbres, se materializa; es decir: diríase que toma cuerpo físico para encajar los diferentes elementos como en un puzzle. Los vientos, gracias a las sordinas suenan como ahogados, en contraposición a los agudos chirriantes de los silbatos. Las cuerdas entran en bucle, las percusiones golpean como disparos y las cajas de música crean atmósferas infantiles, de tiovivo. Y luego está la elocuencia de los silencios, vitales en una pieza de este calibre e intensidad, gozosamente dirigida e interpretada.

'Bouchara', de Vivier

'Bouchara', de Vivier, un visionario que estudió con Stockhausen, escrita para soprano y orquesta de cámara, toma el nombre de una antigua ciudad de Uzbekistán de la que Marco Polo habla en sus memorias (Vivier, que murió asesinado a los 34 años, era muy aficionado a este tipo de juegos). El lenguaje del texto, inventado, forma su sintaxis a partir de los sonidos de varios idiomas europeos asiáticos, fue defendido espléndidamente por la soprano Rocío de Frutos en una sucesión de altos y bajos cantados, susurrados e incluso soplados, diríamos. Soprano, por cierto, a la que no acompaña la orquesta, sino que forma parte del conjunto como un instrumento más. 'Bouchara' es una creación brillante, repleta de tensión, burla, confusión, lamento, locura, desahogo y apabullante musicalidad.

Y 'Paramirabo', título que probablemente bromea con Paramaribo, la capital de Surinam, se compuso para flauta, piano, violín y cello. Pieza abstracta, sin argumento aparente, permite una extraordinaria libertad interpretativa: flauta y cuerdas van a su aire y desarrollan pasajes propios, aunque en ocasiones atacan al unísono la misma nota, mientras que el piano, tratado como un instrumento al margen, entra rotundo, como si quisiera poner orden en la fiesta (animada con silbidos de los músicos), y reconvenir a los armónicos. En resumen, un inicio de concierto, divertido y excitante.

El concierto del Grupo Enigma celebrado el lunes en el Auditorio de Zaragoza.

El concierto del Grupo Enigma celebrado el lunes en el Auditorio de Zaragoza. / JAIME GALINDO

Hay varias formas de encajar la actuación de Enigma en el mencionado concepto de reinvención amor, pero yo me quedo con este: el amor requiere talento, pronunciamiento del conde y diplomático ruso Hermann Carl von Keyserlingk, de quien se dijo que encargó a Bach las famosas 'Variaciones Goldberg' para que su escucha le ayudase a combatir el insomnio. El talento demostrado por Enigma y su director Asier Puga para llevar a espectacular término un programa repleto de amor por unas manifestaciones musicales transformadoras.

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