LA NUEVA NOVELA DEL AUTOR DE 'PATRIA'

Fernando Aramburu (en Zaragoza con 'El niño'): "No imagino nada, la realidad me ha ofrecido lo que me ha ofrecido"

El escritor vasco (San Sebastián, 1959), autor de ‘Patria’, residente en Alemania, recupera en su nuevo libro (Tusquets Editores) la explosión de gas que en los años 80 acabó con la vida de 50 niños y tres adultos en un colegio de Ortuella, un pueblecito cercano a Bilbao

El escritor vasco Fernando Aramburu, autor de 'El niño'.

El escritor vasco Fernando Aramburu, autor de 'El niño'. / Sergio Pérez / Efe

Daniel Monserrat

Daniel Monserrat

-Hacía años que quería abordar la tragedia de Ortuella, ¿cómo ha llegado el momento?

-Estoy comprometido con la escritura de una serie de novelas breves centradas en ciudadanos vascos comunes y corrientes. El hecho de la tragedia del colegio de Ortuella de 1980 me interpelaba fuertemente no solo por la gravedad del suceso sino también porque yo tenía un vinculo particular. Fui muchos años maestro de niños de la misma edad de aquellos que fallecieron allí. Por lo tanto, era cuestión de tiempo que abordase este tema, quizá podría haberlo hecho antes en el caso de haber sabido cómo hacerlo, cómo hacerlo literariamente pero también desde el respeto a esas pobres criaturas.

-¿Son más importantes las consecuencias que la tragedia misma?

-Mi novela no relata la tragedia que ya está suficientemente contada en los periódicos y reportajes que me han servido como base de la documentación. No, yo más bien me ocupé del duelo y de cómo los miembros de una familia que ha perdido su único hijo desarrollan unas estrategias vitales para afrontarlo. Esta es la verdadera sustancia narrativa de mi novela.

-Es la ausencia del niño fallecido la que mueve la novela pero mientras unos personajes miran al futuro otros lo hacen al pasado.

-Cada personaje tiene su pasta psicológica y reacciona cada cual a su manera. La madre intentará reponer la maternidad, el abuelo opta por negar lo ocurrido, el presunto padre del niño prefiere borrar todas las huellas porque considera que todos los objetos y enseres del niño le reavivan el dolor. Efectivamente, esta manera de afrontar la pérdida es el motor de la novela. Es el fondo desde el cual surgen episodios que además permiten reconstruir las vidas de estas sencillas personas y abordar asuntos laborales, conyugales, sobre el pasado de estas personas y trazar un dibujo más o menos social de aquella época y de un pueblo de la margen izquierda de la ría de Bilbao.

-¿Es su novela más sobria?

-Considerada desde el punto de vista del estilo literario es una de las más sobrias o austeras. Es una decisión deliberada que se refleja en un lenguaje con muy poca adjetivación, sin incisos, sin descripciones prolijas, probablemente está motivado por el deseo del novelista de no incurrir en algunos excesos sentimentales o en faltar al respeto a aquellas personas implicadas en la tragedia.

-En ‘El niño’ se permite que el propio texto interpele al autor...

-Aquí el recurso del texto personificado llega a su máxima expresión. El conjunto de las palabras que llenan el libro es consciente de que sirve de base a una narración e interviene en ella con distintos propósitos, por ejemplo, introduce algunos interludios, interviene en diez ocasiones, o remansos en la narración que a menudo transcurre por sendas de alta intensidad emocional, proporciona información, delatando al autor quien ha suprimido algunos datos que no creía pertinentes pero el texto considera que lo son. Es un juego literario que sirve también para advertir a los posibles lectores de que tienen en las manos una obra de ficción y no un testimonio verídico.

-Porque Mariaje, la madre, no es una persona que exista en la realidad...

-A mí me gusta dar ese pego, me lo han preguntado mucho. Hay quien sospecha que detrás de la madre se esconde una persona real. Esto es lo más halagador que se le puede decir a un novelista porque demuestra que la persona que ha leído la novela ha creído que tenía en las manos un testimonio verídico. Conseguir eso es lo máximo, eso prueba que el lector se ha tragado la novela y eso da pie a que se pueda emocionar.

-¿Tuvo miedo a que las víctimas le echaran algo en cara?

-Siempre he tenido este prejuicio moral cada vez que he abordado historias con un precedente doloroso. Cada vez que he tratado historias sobre víctimas del terrorismo o de accidente tengo el temor de incrementar la pena de los que ya sufrieron. Soy rápidamente compasivo y por eso avanzo con el freno de mano echado pero es verdad que acostumbro a mostrar mi novela a unas personas a las que consulto estas cuestiones y se me dan el visto bueno ya la entrego a la difusión pública.

-Siempre pone su mirada en las víctimas.

-Pero donde hay víctimas hay agresores a menos que las víctimas lo sean por accidente.

-¿Quiere poner el foco en ellas?

-En realidad, no. Me conformo con trazar con ayuda de la literatura un dibujo humano de la época que me tocó vivir, con eso tengo suficiente. Si hubo violencia y víctimas no es responsabilidad mía. No me lo he imaginado, la realidad me ha ofrecido lo que me ha ofrecido.

-¿Vivir fuera le ayuda a tener otra perspectiva para narrar estos hechos?

-Yo diría que no vivo fuera, los que vivís fuera sois los demás, yo vivo cerca de mí mismo (ríe). Pero sí, escribo sobre mi tierra de origen estando lejos, esto me da una perspectiva, pero es la única que conozco, no sabía decir cómo serían ni si habría libros si residiera en la ciudad que nací. Pero esto es engañosamente lejano desde que hay internet tengo el mismo acceso a hemerotecas que cualquier residente en España . Pero sí, esta lejanía invita a la reflexión y me impide responder en caliente, estos libros necesitan reposo y tranquilidad.

-¿Ha presentado en Ortuella su libro?

-No, he estado en Bilbao, ha sido muy emocionante porque he podido hablar con ciudadanos de Ortuella y personas que guardan un recuerdo muy vivo de aquel hecho. Yo no voy a ir a Ortuella a menos que se me invite oficialmente porque hacerlo por mi cuenta con mi libro sería una falta de respeto. 

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