Música en directo

La crítica de Javier Losilla del concierto de Gabriel Sopeña: La elegancia es lo primero que se canta

El músico, compositor y poeta zaragozano ofreció este jueves en Las Armas un concierto brillante, una velada en la que el rocanrol mostró muchos de esos matices que algunos quieren negarle

Gabriel Sopeña, en el concierto que ofreció este jueves en Las Armas.

Gabriel Sopeña, en el concierto que ofreció este jueves en Las Armas. / Camino Ivars

Javier Losilla

Javier Losilla

En tiempos de jueces políticos y de políticos jueces, en tiempos de acosos, bulos, y linchamientos públicos propuestos por olvidadizos que no recuerdan el principio de presunción de inocencia, Gabriel Sopeña acalla el insoportable ruido de fondo de un plumazo: "Creer en la justicia es un acto de fe". Sonó esa sentencia el jueves, en Las Armas, en el concierto en el que Sopeña presentaba Desiertos, su nuevo y reciente disco. Pertenece ese verso a la canción Un acto de fe, que el compositor, cantor y productor registró en 2017, en el álbum SangreSierra.

Un acto de fe es una pieza de aires dylanianos que avanza sinuosa recogiendo ecos gospel en su trayectoria. En Las Armas, Gabriel la puso en pie acompañado por la guitarra de esa enciclopedia viva y coleante del rock que es Jorge Reverendo Gascón, uno de los excelentes músicos del grupo con el que subió al escenario. Julio Calvo, otro guitarrista al que también conviene escuchar con detenimiento; Óscar Carreras, mago de las teclas; José Luis Seguer Fletes, de quien se diría que inventó la percusión; Eva Lago, a quien el apelativo de corista le queda corto, y Guillermo Mata, bajista, hombre de los mil oídos que dirige todo el cotarro, completaron la formación.

Sopeña, al contrario que en su concierto-aniversario celebrado en el Teatro Principal en abril de año pasado, salió al escenario firme como una roca y tranquilo como un jardín japonés para mostrar lo que él llama su "segunda juventud", y, de paso, ajustar algunas cuentas: unas agradables, otras, menos. Las primeras, con Mauricio Aznar y Más Birras, ya que un traspiés de salud, del que ya está felizmente recuperado, le impidió sumarse a los fastos de la película 'La estrella azul'. De ahí que se internara en piezas que le unen indefectiblemente a Aznar, su carrera y su gerencia: Cass, El hombre del tambor, Cantores, Apuesta por el Rock And RollCon la misma intención metió en el repertorio la pampera La balada del matrero, que fue cantada por Eva Lago. Las segundas cuentas ajustadas no iban dirigidas a Cass, la chica más guapa de la ciudad, sino a Loquillo, a quien Gabriel le adaptó Con elegancia, la extraordinaria canción de Jacques Brel, y compuso Soltando lastre.  Esta pieza interpretó el cantor y también la mentada Con elegancia (con mucha elegancia), mientras Reverendo paseaba su guitarra por los territorios de Grateful Dead. Ahí queda.

Pero no solo de ajustes de cuentas (ni de rumba) vive el hombre, claro: desde la clásica Brillar y brillar, pasando por algunas de las recién publicadas (que no compuestas) canciones Coartadas, Tú eres mi Camino de Santiago, Desiertos, Dame fe, Luces blancas…) hasta temas como Un fogonazo y Mai (sobre el bello poema en aragonés que Sopeña musicó para Labordeta). Fue, sin ambages, un concierto brillante, una velada en la que el rocanrol mostró muchos de esos matices que algunos quieren negarle. Banda y solista cabalgaron juntos y gozosamente revueltos. Sí, soy consciente de que Gabriel Sopeña no es un cantante espectacular (en ocasiones incluso resulta discreto) ni falta que le hace; pero su talento como compositor y sus peculiaridades como intérprete le han permitido atravesar océanos de tiempo y desiertos musicales, subirse a los escenarios y ser reclamado y aclamado, como hacían las reinas de la belleza con el Náufrago de García Márquez, para sacar del bache a tirios y rockeros. ¡Dale!

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