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La Aljafería, 1.000 años de historia

El 15 de mayo de 1985, el Ayuntamiento de Zaragoza firmó la cesión del palacio al Gobierno de Aragón para convertirlo en sede de las Cortes

Palacio de la Aljafería.

El palacio de la Aljafería es uno de esos lugares que sorprenden a propios y sobre todo a extraños que visitan la ciudad y que piensan que en lo turístico Zaragoza es solo el Pilar y la Seo. Pero ahí llega este viejo palacio de historia milenaria y cambiantes usos para demostrar que ese es un falso mito. Y es que la Aljafería es el símbolo del esplendor de una Taifa de Saraqusta que llegó a dominar durante un tiempo no solo el valle medio del Ebro, sino buena parte del Levante peninsular. Pero también muestra el poderío de la monarquía aragonesa así como historias más oscuras pero igual de interesantes cuando descubres que parte de su recinto también fue sede y cárcel de la inquisición en el reino de Aragón.

El ideólogo del corazón de este lugar fue el rey de Saraqusta Abú Yaáfar Áhmad Ibn Sulaymán al-Muqtádir billah. Pero dejémoslo en al-Muqtádir, que es como se conoce al rey que trajo el esplendor político, económico y sobre todo cultural a aquella Zaragoza de mediados del siglo XI. Por supuesto la monarquía de los hudíes contaba con el palacio tradicional de los anteriormente gobernadores de la Marca Superior de al-Andalus y luego ya sede de su propia monarquía independiente del poder de Córdoba, y ese lugar era el alcázar de la Zuda, situado entre las antiguas murallas romanas y la actual iglesia de San Juan de los Panetes.

Pero al-Muqtádir quiso hacerse construir para mayor gloria de su reinado y dinastía un palacio de recreo para el verano a las afueras de la ciudad, rodeado de unos fastuosos jardines y que se convirtió en lo que él llamaba su «palacio de la alegría».

Acceso al Salón Dorado.

El propio nombre del edificio es el recuerdo transformado a lo largo de los siglos de que fue la casa de Yaáfar (recordemos que era uno de sus múltiples nombres), que es lo que viene a significar Al-Yafariyya. El inicio de su construcción fue hace cerca de 1.000 años, que se dice pronto, comenzando las obras alrededor del año 1065 y durando hasta el 1081, siendo el arquitecto al-Halifa Zuhayr su arquitecto. El nuevo palacio se proyectó alrededor de un edificio anterior ya preexistente, una torre de observación que sería el núcleo de la torre del homenaje o del trovador, como suele ser llamada. ¿Pero por qué se llama así? Para eso nos tenemos que ir hasta el año 1836 cuando el gaditano Antonio García Gutiérrez estrenó una obra de teatro ambientada en el periodo del Compromiso de Caspe en 1412 y desarrollada precisamente en la Aljafería. Esta obra se llamaba El Trovador. Fue tan grande el éxito de la obra que años después llegaría a oídos de Giuseppe Verdi, quien la adaptó a la ópera y creó una de las obras operísticas más famosas de la historia musical; Il Trovatore. Desde ahí, era fácil para los zaragozanos rebautizar la torre.

La Aljafería estaba hecha para deslumbrar a sus ocupantes pero también a aquellos que visitaban al rey zaragozano, sobre todo en su salón del trono o Salón Dorado, que tenemos que imaginar lleno de vivos colores y con los reflejos del sol en el agua de las albercas del patio de Santa Isabel. Pero su historia no se queda ahí, ya que el edificio siguió siendo palacio real tras la conquista cristiana de Zaragoza en el año 1118 por Alfonso I el Batallador. Se mantuvo en su esencia durante un par de siglos hasta que ya en el siglo XIV el rey Pedro IV el Ceremonioso lo mandó ampliar en la zona norte creando nuevas dependencias en el llamado «palacio mudéjar». De esa reforma destaca el nuevo salón de recepciones, también llamado «del aljibe» por el pozo que todavía hoy encontramos allí. La siguiente gran reforma se hizo ya a finales del siglo XV cuando los Reyes Católicos volvieron a transformar el palacio, destacando sobre todo el impresionante nuevo Salón del Trono.

Los Reyes Católicos (aquí, en un cuadro de Pradilla) acometieron una de las principales reformas del palacio.

Pero fue ese también el momento en el que parte del palacio se convirtió en sede de la inquisición y en cárcel, lo que nos lleva a los cientos de grafitos que hicieron los reclusos que allí pasaron sus tristes días, viéndose un tablero de damas en la piedra, representaciones de personas, de una Virgen del Pilar, firmas, jarras de cerveza y hasta casi un centenar de representaciones de barcos. Ya en el siglo XVIII y durante el reinado de Carlos III la Aljafería pasó a ser cuartel militar, lo que le dio otra parte de su historia pero que también provocó numerosos destrozos, en parte recuperados por las posteriores restauraciones realizadas ya en el siglo XX. Y es que 1.000 años de historia dan para mucho, incluso hasta para que buena parte de su recinto albergue actualmente las Cortes autonómicas de Aragón, símbolo representativo de la democracia.

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