Que Aimar y D´Alessandro se enzarzaran como verduleras por un quítame ese gol podría interpretarse como una cuestión doméstica, una riña expuesta en público, de ésas que después se enjabonan en la ducha y se presentan impolutas delante de los micrófonos. Las palabras utilizadas sobre todo por el Cabezón en la pelea con su compatriota denotan, sin embargo, mucho más que una discusión en voz alta. Descubren un serio problema de vestuario, cada vez más desgobernado por causa de los típicos conflictos que terminan por dinamitar y dividir una plantilla si alguien no los desactiva a tiempo.

Está claro que la decisión de Víctor Fernández de condicionar en más de una ocasión sus planes en función del juego de Aimar ha sentado como un tiro entre los chicos, más entre los que se sienten directamente afectados por lo que empezó como una razonable variante táctica y se ha convertido en un capricho del entrenador ante el desamparado estado de forma del estandarte del proyecto Agapito. Cuestionar la titularidad del Cai, tan solo pensarlo, suponía la excomunión, pero lo cierto es que el genial mediapunta no sale rentable en su versión terrenal.

D´Alessandro se lo echó en cara delante del mundo ¿Oportuno u oportunista? No es tampoco un ángel el muchacho, ni mucho menos como bien recogen su currículum y su carácter. ¿Y dónde estaba Víctor Férnández? No le sientan bien al técnico este tipo de altas tensiones aunque haya colaborado intensamente en su gestión. Ha consentido los caprichos y desplantes de uno y otro, y ayer ni se le ocurrió intervenir con autoridad en una bronca que solicitaba mano de hierro delante de todo el mundo, en el mismo escenario elegido por los litigantes.

El látigo como método de castigo caducó hace tiempo, pero en el fútbol, que es jardín poblado de estúpidos antojos y egoísmos desmedidos, conviene sujetar con firmeza las riendas en tesituras como la de ayer en la Ciudad Deportiva. A Víctor se le escurre en un goteo progresivo el poder: jugadores que protestan su ostracismo, jugadores que hablan con razón y amenazan, jugadores que son frenados en la antesala de los puños... Si los jugadores mandan, ¿qué pinta el entrenador?