Por todos es sabido que resulta muy difícil, casi imposible, aguantar la presión que conlleva el fútbol de primer nivel. Ni siquiera Mourinho, artistazo en las salas de prensa, es capaz de sobrellevar el asunto cuando las cosas se tuercen. Guardiola tampoco. Todos pierden la cabeza, o los papeles, en un momento u otro. También Aguirre, ahora lo sabemos. Lo hizo el sábado cuando criticó a Juan Carlos y defendió a sus compatriotas. Lo repitió ayer con un planteamiento ultradefensivo, malísimo, equivocado. Ante el Atlético no solo puso a tres centrales, eligió también a tres mediocentros defensivos. Sigue empeñado, además, en incluir a los dos mexicanos en el once. Es algo que ahora siempre hace. Siempre son titulares, siempre intrascendentes.

Ya fue extraño que antes del partido el técnico le sacara la cara a sus compatriotas y castigara la bisoñez de Juan Carlos, al que atizó sin ningún sentido. Su salida de madre se tiene que deber, sin duda, a que el técnico sabe que está pisando sobre suelo falso, y que va perdiendo razones. El asunto huele mal. El equipo no carbura, no tiene energía. Ni ritmo ni fútbol. Ni resultados.

Ha pasado un cuarto de Liga y Juárez y Barrera van camino de ser dos fracasos de tomo y lomo. Al lateral le faltan las nociones más básicas del fútbol en sus movimientos. Pone brío, pero se mueve al revés de lo que indica el sentido común. Es decir, perjudica. Su paisano, que jugó de carrilero izquierdo --hay que pellizcarse para creer que siente al zurdo Juan Carlos-- mostró otra vez su tibieza y pusilanimidad.

Ahí estuvo ayer Pablito en la trama de Aguirre. Puso tres centrales (Lanzaro, Da Silva, Paredes), para saludar tres goles, dos en la primera parte con el nuevo plan y otro tras el descanso. Al cabo, los mismos que en Pamplona. Situó, además, a otros tres por delante (Meira, Ponzio y Zuculini), pero ni hubo elaboración --algo que ya se podía adivinar antes de empezar-- ni control de los tiempos ni del rival. Nada de nada. Además de los carrileros mexicanos, los dos de arriba, Luis García y Postiga, ni la olieron. Solo ese córner en el que Perea le regaló el espacio y el gol al portugués.

Después, Aguirre se empeñó en repetir que uno de los goles había sido a balón parado, para remarcar que eso no tenía nada que ver con los tres centrales. Lo que no explicó es por qué el Zaragoza es el equipo más goleado de la Liga --la peor defensa pese a tener un gran portero-- si él mismo ha concluido que el problema es el funcionamiento colectivo ofensivo. "Atrás estamos mejor. Hemos ganado en recuperación, posesión y organización defensiva", dijo el sábado. No tiene razón, claro, y es bastante difícil que la gente se lo trague. Otra cosa es que lo deba decir. Y otra por qué lo dice.