Estaba Aranda en la grada mandando mensajitos por el móvil mientras su equipo se descosía incapaz de arañar al rival y a más de uno le hervía la sangre. Unos cuantos cargaban contra el delantero por traidor; otros contra Manolo Jiménez por echarlo a los leones antes de tener un recambio a punto; el resto miraba al palco en el que nunca está Agapito por dejar otro Zaragoza diminuto, delante y detrás.

La historia fue la de casi todos los días en La Romareda. El Zaragoza pone corazón hasta que el enemigo le pesca en una contra y lo pone contra las cuerdas. Y así, seis derrotas en casa, tan similares que parecen diseñadas en un plan perfecto. No es difícil encontrar las razones de semejante racha negativa en campo propio. Igual que el equipo está preparado para hacer daño lejos de su estadio, donde cede el espacio y el balón para aniquilar al contragolpe, en casa le pagan con la misma moneda para sacar a relucir su escasez de talento. No tiene la pausa ni la elaboración necesaria. Y acaba redundando en pelotazos. Cuando acaban en córner, tira que te va, porque ahí sí sabe hacer peligro.

Marcó un día cinco goles, al Depor. Una bacanal. Cuatro de ellos en jugadas de estrategia, un arte en el que ayer no halló premio. Sin eso, siempre queda a merced de cualquier rival. Todos han sabido encontrarle al menos un descuido para tumbarlo. Todos. Y en cuanto eso pasa, se apaga la luz. La grada, como Jiménez, mira al banquillo y ve lo que hay. Lo que no hay. Los tres recambios de ayer fueron el valiente Zuculini, el imberbe Ortí y el gigante Álamo. Mucha voluntad, poco fútbol. Nada considerable por el lado de la calidad, desde luego. Ni capacidad de sorpresa. ¡Ay, Aranda!

El problema, como siempre con Agapito, es que el mercado de fichajes ha arrancado, pero en Zaragoza solo va en una dirección. En la otra. Goni, el aragonés, el único, se fue ayer. Aranda ya ha dicho que se quiere largar, que pasa de banquillo. Y se buscan la vida Lanzaro y Doblas, que mal que bien encontrarán destino. Así que si Jiménez ya tenía pocos, ahora la cosa pinta fea. Hacía falta un delantero; ahora dos. Y un defensa; ahora dos. Centrocampistas, vista la ineptitud para fabricar fútbol y descartando como el técnico a Babovic y Wílchez, habría que pedir otros dos o tres. No se lo crean. Enero es un mes Agapito.