LA MONTAÑA EN ARAGÓN

Senderismo contra los calores

Pozas, cadollas, saltos, badinas, embalses, ríos, barranqueras o lagunas son finales refrescantes para el montañero acalorado en las tres propuestas de excursión para combinar la andada con el fresquito en la provincia de Huesca 

Las aguas surgen esmeraldas en Las Fuentes de Tamara.

Las aguas surgen esmeraldas en Las Fuentes de Tamara. / SERVICIO ESPECIAL

Sergio Ruiz Antorán

Sergio Ruiz Antorán

El regreso remojado a las Fuentes de Tamara

Los profesionales guías de la Sierra de Guara siempre alertan antes de cualquier actividad de que el medio natural no es un parque acuático. Obviar los riesgos que conlleva meterte en un barranco empuja hacia el primer traspié de la imprudencia. Esta advertencia sirva para cualquiera de estas indicaciones de excursión. Siempre hay que valorar las condiciones de seguridad, el parte meteorológico, las respuestas sabias de los locales y una planificación certera. Los elevados cauces de las tormentas y las bruscas crecidas deben dejar para otro día la aventura dentro de un río sin compañía, precaución, material y experiencia.  

La afluencia masiva convierte al Salto de Bierge en una piscina pública en la naturaleza cuyas restricciones en los fines de semana punta son un aviso a lo que puede pasar en otras áreas. Sin embargo, con un poco de ganas de andar, en ocho kilómetros de ida y vuelta y unas tres horas de pateo, uno puede alejarse de este atractivo dique para completar una circular familiar que nos mete en su regreso por el Alcanadre más benévolo. 

Desde el mismo párking del Salto se toma una pista que atraviesa campos hasta convertirse en sendero de sube y baja por un bosque mediterráneo. Varios paneles informan del recorrido balizado, encontrando el desvío hacia las Fuentes del Puntillo, un estrecho cortado por el Alcanadre. Las vistas son tremendas. En algo más de una hora se llega a las Fuentes de Tamara, sugerencia donde se permite el baño y comunicada por los Estrechos de Fornazos.

El regreso, si el cauce lo permite, se puede hacer por el mismo río, descendiendo por la parte final del popular barranco de La Peonera, pasando por El Puntillo, que solventamos saliendo al sendero para bajar a su badina final para llegar por el agua al Salto. 

Las pozas de Ascaso son la parada inicial de esta ruta.

Las pozas de Ascaso son la parada inicial de esta ruta. / SERVICIO ESPECIAL

De las pozas de Ascaso al oasis de Puyarruego

El montañero a buena sombra se cobija y a mejor poza se remoja. Partida doble en el Sobrarbe. En la casilla de salida y en la de llegada. O viceversa. Un paraíso contra la canícula estival. Por poner un pero, habrá que llevar dos coches, para mal oficio ecológico.

Empezaremos en Ascaso, recuperado pueblo de festival de cine diminuto. Se llega a él tras desvío cerca de Boltaña camino de Jánovas. Parada obligada es contemplar su afamado reloj de sol bajo un abrevadero piscinero y la sombra del Tozal de Nabaín. No nos cansaremos mucho para encontrar las pozas a modo de jacuzzi que se forman en el cercano barranco, adecentadas recientemente para un baño minimalista y alimentadas hoy de tanta tronada.

Desde el puente que cruza se toma, girando a izquierda, el PR-185 que nos traslada al Barranco de Santa Marina que baja de Nabaín y corta al Sierra Figuera, hasta enlazar en la Masada Onzins con la pista (PR-44) que asciende desde Boltaña. Descendemos ahora hasta el curioso Mesón del Piojo en dirección al Portiello d’as Balles, que deja vistas de Morillo de Sampietro y el valle del Yesa, sin olvidarnos de los dominios cercanos de Añisclo y Treserols. 

Nos desviamos al poco hacia Morillo, obviando la ruta que marcha hacia otro pueblito que renace (Muro de Bellós), escenario de película de Mario Casas. Tras la visita al poblado viraremos para bajar al barranco de Salas por sendero limpio, que, poco a poco, resbala hacia las badinas y cascadetas del río Yesa. Aquí habrá que mojarse ricamente los pies para vadear el caudal. Si se quiere no hay grandes problemas en seguirlo sobre el cauce, si no baja furo, hasta Puyarruego o buscar el camino seco que va al pueblo. En ambos casos, cerca de meta, el chapuzón es premio a 14 kilómetros de ruta.

Hasta en once ocasiones se pasa el barranco hasta Paternoy.

Hasta en once ocasiones se pasa el barranco hasta Paternoy. / SERVICIO ESPECIAL

Pasar y volver a pasar el barranco de Paternoy

La extensión de la Jacetania esconde pequeños oasis descompuestos por la despoblación. Camino de Peña Oroel desde el Reino de los Mallos, cerca de Salinas, existe uno de esos parajes en los que el silencio se rompe por el requiebro del agua. El barranco de Paternoy resulta un descubrimiento para la felicidad del ocio y, al mismo tiempo, añade un recorrido por unas tierras poco frecuentadas, salvo por la tristeza de los recuerdos de sus pueblos abandonados.

Para emprender esta caminata, de ida y vuelta (unos 18 kilómetros), hay que saber de matemáticas. Porque hay que contar las innumerables veces que pasaremos el cauce y las pozas que nos encontraremos, algunas, según el caudal, de hasta seis metros de profundidad, hasta alcanzar el objetivo del despoblado de Paternoy.

Arranca la pequeña aventura en el párking arenoso que se encuentra a ambas cunetas del kilómetro 48 de la carrera A-132, que conecta Huesca con Puente La Reina. Cerca de Santa María, para no perderse y el embalse de La Peña.

Aquí parte una pista que coincide con el ‘camino viejo’ que unía ambos núcleos. Se va fresquito, cerca del barranco o a la sombra de los pinares y encinares. Pronto escucharemos el cántico de las sirenas del río, queriendo que dejemos de andar para bañarnos. Mejor a la vuelta.

Se pasa por varias pardinas: primero por Visus, luego Lagé y por último Bergosal, siempre con la guía del río, sus pozas y cascadetas, en los cruces. La pista se hace sendero, que puede ser el propio cauce. Seguir los hitos hasta Paternoy, cuyo último habitante dejó Casa Colás en los 70 y que aún distingue iglesia y su escuela aledaña. En el regreso caerá el baño.