Los niños son los seres más solidarios de nuestra sociedad. La ingenuidad y la falta de espíritu competitivo de las primeras etapas de la vida se reflejan en que los más pequeños son incapaces de entender las desigualdades que se producen entre las diferentes culturas y países o que sus semejantes carezcan de necesidades básicas como son el acceso a agua potable, alimentos y medicinas.

Todos, de niños, hemos jugado al escondite y salvábamos a nuestros amigos con la frase por mí y por todos mis compañeros, un acto de generosidad con el que rescatábamos al resto de jugadores. Es justamente esa frase la que ha elegido Unicef en una campaña destinada a concienciar a la sociedad de la necesidad de solucionar los problemas que afectan a la infancia y con la que pretendemos demostrar que se pueden cambiar unas reglas del juego que se ceban con los más vulnerables.

También es un toque de atención para sensibilizar acerca de la situación de millones de niños y niñas que viven en la actualidad en terribles condiciones en las llamadas emergencias silenciosas, esas que ya no son foco para los medios de comunicación, o que han caído en el olvido para la opinión pública. Son emergencias como las de Yemen, Somalia, Afganistán o Liberia, provocadas por conflictos bélicos, persecuciones o fenómenos naturales como las sequías, y debido a las que cientos de miles de personas, incluidos un gran porcentaje de niños y niñas, sufren inseguridad alimentaria y desnutrición, lo que se traduce -en demasiadas ocasiones- en la muerte. Cada día fallecen en el mundo 15.000 niños menores de cinco años por causas que se pueden prevenir con medidas muy sencillas como vacunas, agua potable o una alimentación adecuada. Del mismo modo, 58 millones de niños en edad escolar primaria no pueden ir a la escuela, mientras que 250 millones de los que asisten a la escuela lo hacen sin conocimientos básicos en matemáticas y lectura.

Pero las dramáticas cifras no terminan ahí. Hay más de 28 millones de niños que se han visto obligados a huir a causa de la violencia de sus sociedades, mientras que 73 millones de menores de 18 años trabajan cada día en las condiciones más extremas, en régimen a veces de semiesclavitud. Es por ello que desde Unicef, tan solo en 2018, vacunamos a uno de cada dos niños en el mundo; tratamos a más de cuatro millones de niños menores de cinco años contra la desnutrición aguda grave; proporcionamos agua potable a más de 43 millones de personas en situaciones de emergencia; atendimos a más de dos millones de niños y niñas que habían sufrido violencia; proporcionamos materiales educativos a más de once millones de escolares, al tiempo que casi 250.000 aulas fueron equipadas con nuestros materiales. Es un trabajo que desarrolla con la colaboración de gobiernos, empresas, instituciones de todo tipo y, sobre todo, individuos que aportan su pequeña colaboración para lograr que la los niños y niñas de hoy tengan mejores oportunidades para llegar a convertirse en los adultos de mañana.