«La crisis de desigualdad sigue completamente fuera de control», afirma tajante Álex Prats, responsable de desigualdad de Oxfam Intermón. En la última década, el número de personas milmillonarias se ha duplicado. «Y esta realidad convive con tener todavía 735 millones de personas que viven en situación de pobreza extrema», apostilla.

Según la revista Forbes, en el año 2019 había 2.153 personas milmillonarias, que acumulaban conjuntamente una riqueza que equivale a la que poseen 4.600 millones de personas. Esto es prácticamente el 60% de la población mundial.

Esta «desigualdad brutal» es consecuencia de un sistema económico «que ha puesto en el centro la acumulación de la riqueza en lugar de a las personas y la sostenibilidad de la vida», valora Prats. Esto «indica que hacen falta medidas urgentes para lograr sociedades mucho más justas que las que tenemos hoy», agrega.

Una situación de inequidad que para nada es ajena a las desigualdades de género. Las actuales cotas de riqueza extrema se asientan sobre el machismo. Este sistema económico está construido por hombres ricos, que siguen siendo quienes dictan las normas y se quedan con la mayor parte de los beneficios.

A nivel mundial, los hombres poseen un 50% más de dinero que las mujeres. Y solo los 22 hombres más ricos del mundo poseen más riqueza que todas las mujeres de África.

En su informe Tiempo para el cuidado, Oxfam Intermón muestra cómo el vigente modelo económico sexista está alimentando la crisis de desigualdad, permitiendo a una élite millonaria acumular vastas fortunas a expensas del resto de la ciudadanía, especialmente de las mujeres y niñas más pobres.

Las mujeres contribuyen a la economía de mercado como mano de obra barata e incluso gratuita y, al mismo tiempo, apoyan a los estados llevando a cabo el trabajo de cuidados que debería estar cubierto por el sector público.

Aunque Oxfam ha estimado el valor monetario de estas labores en 10,8 billones de dólares, si también se tuviera en cuenta su valor social, su valor económico total sería aún mayor. En cualquier caso, para Oxfam parece claro que el trabajo de cuidados no remunerado «está alimentando un sistema económico sexista, que absorbe recursos de la mayor parte de la población y llena los bolsillos de unos pocos».