Malawi Salud está ampliando su trabajo en Lilongwe, y poco a poco mejora la situación en el hospital. Pero siguen ocurriendo cosas terribles, que nos dejan con la sensación de que nada avanza.

El primer equipo de este año tiene que afrontar, como siempre, situaciones de urgencia vital a las que no está acostumbrado. Es raro en España hacer reanimaciones cardiopulmonares a niños. Si están muy graves y terminales, no se lucha inútilmente, y pocos llegan a urgencias en parada cardiorespiratoria.

Así que, a pesar de que en Lilongwe las paradas forman parte del día a día, dada la gravedad de los niños que llegan, las primeras reanimaciones son siempre un poco improvisadas. Nada está en su sitio, no se encuentra el ambú (unidad de ventilación manual), el niño no lleva vía a pesar de hacer rato que ingresó...

Pocos niños salen de una parada cardiorrespiratoria. Así que, esta vez, cuando la niña volvió a tener latido, cundió la euforia en el equipo. Pero yo ya soy cauta, y me lo pienso antes de compartir la alegría.

Su corazón latía, pero no respiraba. A la espera de que mejorase de la enfermedad que había originado la parada, necesitaba un respirador, pero no había. Hay muy pocos en el hospital, están ocupados y no son para niños.

Tras largo tiempo apoyándole con el ambú, los profesionales de allí nos dijeron que no tenía sentido mantenerla viva sin los medios necesarios, que no iba a sobrevivir y que, si lo hacía, sería en muy malas condiciones. Tuvimos que dejarle morir ante la mirada rota de la madre. Se me hiela la sangre en las venas de escribir esto. Otra muerte evitable. Otra injusticia.

Seguir trabajando

La bebé, de ocho meses, tenía una enfermedad infecciosa que no debería haber sido muy grave. Una vez curada, estaría en unos días gateando tras su madre. Seguramente, era una diarrea que tenía que ver con las malas condiciones higiénicas de su casa y la falta de agua potable; y su gravedad, con la formación de una madre pobre, poca para darse cuenta de que su bebé se estaba poniendo muy mal y para pensárselo dos veces antes de dejar a los otros hijos solos y las faenas pendientes y pagar el transporte. Eso sumado a las carencias en las urgencias del hospital, pues llevaba ya horas allí cuando le atendimos.

Una amiga me decía: «habrá que comprar respiradores». No sé. Hay tantas cosas que cambiar, que casi prefiero no pensar en todas ellas porque me puede la impotencia. Parece ser que en el fútbol es importante mantener la posición y no ponerse todos a correr detrás del balón. Es posible que lo mejor que podamos hacer es seguir en nuestro puesto, trabajando lo mejor que sabemos, e introduciendo las mejoras que están a nuestro alcance. Quizás la reforma, este año, del centro de salud de Chinsapo, facilite que las mamás lleven a sus bebes con más confianza.

Pero otros más poderosos tienen que cambiar. Un avión de combate cuesta más que llevar el agua potable a un suburbio; volver a viajar a la luna, bastante más que un programa de vacunaciones. Mientras tanto, nuestros equipos seguirán trabajando y sacando adelante a otros niños con la misma ilusión, aunque, a veces, por el camino haya que tragarse, como sea, las lágrimas.