Europa sufre su mayor sequía en décadas. A los problemas de abastecimiento para la población se suman grandes pérdidas en los cultivos. La Comisión Europea espera una caída en la producción de maíz, soja y girasol del 16%, el 15% y el 12%, respectivamente, en relación con los últimos cinco años.

Este verano, la temperatura del agua del Mediterráneo ha superado máximos históricos, por encima de los 30 °C en algunos puntos. En España, las olas de calor han sido más intensas y frecuentes que nunca, y las condiciones estivales se han prolongado casi hasta noviembre. Además, este 2022 se ha constatado la tropicalización del archipiélago canario que, en septiembre, sufrió las consecuencias de un ciclón tropical formado en la costa africana, que se dirigió hacia las islas y no hacia el oeste, como es habitual.

Europa está sufriendo las consecuencias de la crisis climática, pero son las regiones del sur global, las que menos han contribuido a provocarla, las más afectadas. Así lo demuestran las inundaciones en Pakistán, asociadas a alteraciones en la corriente del monzón, que entre julio y agosto provocaron 1.400 muertes, dejaron 1,7 millones de casas arruinadas y arrasaron 7.000 kilómetros de carreteras.

Pakistán es el quinto país más poblado del mundo, pero apenas representa menos del 1% de las emisiones globales de dióxido de carbono. Sin embargo, es el octavo más vulnerable al cambio climático. El Centro de Monitoreo de los Desplazamientos Internos (IDMC, por sus siglas en inglés) estima que, en agosto, 500.000 personas continuaban en albergues temporales en el país. A estas alturas, muchas de ellas ya habrán podido regresar a sus hogares, pero otras lo habrán perdido todo y tendrán que comenzar una vida nueva en otro lugar.

Este es solo un ejemplo de los muchos que ya existen en el planeta de movilidad humana relacionada con los impactos del calentamiento global. El fenómeno de las migraciones climáticas pasó muchos años inadvertido. Sin embargo, un creciente número de investigaciones está contribuyendo a dar visibilidad a estas realidades. Una de las más recientes es la que esta misma tarde presenta la fundación Ecodes.

Las migraciones climáticas pueden parecer un fenómeno que afectará a las generaciones futuras, pero no es así. De acuerdo con el Informe sobre las Migraciones en el Mundo 2022 de la Organización Internacional para las Migraciones de las Naciones Unidas, en el 2021, cerca de 89,3 millones de personas fueron desplazadas de manera forzada como resultado de persecución, conflictos, violencia, violaciones de derechos humanos o desastres. La mayoría, 53,2 millones, se desplazaron internamente, 27,1 millones se convirtieron en refugiadas y 4,5 millones eran solicitantes de asilo.

Lo que estas cifras no reflejan es cuántas de ellas tuvieron que marcharse por causas ambientales o climáticas. No existen datos oficiales, entre otras razones, por la complejidad de este tipo de migraciones, en las que estos motivos interactúan con otros, como la pobreza o los estallidos de violencia, lo que complica poder diferenciar estos movimientos de otros flujos migratorios. Pero el IDMC estima que, sin tener en cuenta las migraciones internacionales, en el 2021 hubo un total de 23,6 millones de desplazamientos internos debidos a eventos relacionados con el clima, como tormentas e inundaciones, y 30,7 millones en el 2020. Son más que los que provocaron los conflictos armados.

El fenómeno, en Aragón

Si bien ha quedado claro que las migraciones climáticas ya son una realidad del presente, podría parecer que todavía es un fenómeno alejado geográficamente. Pero la investigación llevada a cabo por Ecodes también desmonta esta percepción. Sus consecuencias ya se dejan notar en Aragón.

“Lo que este verano hemos podido constatar aquí debido a las altas temperaturas y la sequía es solo un aviso de lo que está por venir, pero lleva décadas pasando en otras regiones del mundo”, señala Bárbara Marqués, investigadora de movilidad humana en esta fundación aragonesa. La entidad ha querido poner rostro a las cifras que hablan de migraciones climáticas, pero no ha necesitado marcharse lejos para hacerlo. Le ha bastado con entrevistar a personas que se vieron empujadas a abandonar sus hogares y empezar de cero en Aragón por el cambio climático, “algunas desde hace más de 20 años”, apunta Marqués.

La mayoría emigraron desde el denominado Corredor Seco de Centroamérica, la Amazonía, el norte de África o países más al sur de este continente, como Senegal o Burkina Faso. “Las temperaturas y las malas cosechas que hemos tenido aquí este verano, allí las sufren ya desde hace 30 o 40 años”, afirma la investigadora.

“Procedentes del medio rural, se dedicaban a la pesca, la agricultura o la ganadería y tuvieron que dejar sus países porque el cambio climático afectó a su medio de vida”, relata. Y aunque al principio de las entrevistas que les hizo Bárbara “no se reconocían como tales, sino como inmigrantes económicos o refugiados políticos, conforme avanzaba la conversación, entre el 80 y el 90% se iban viendo como migrantes climáticos. Y esto tiene un gran poder para concienciar al resto de la población”, asegura.

El objetivo de Ecodes con esta investigación no es otro que denunciar lo injusto del cambio climático, ya que el norte global es el responsable de la mayor parte de las emisiones de gases de efecto invernadero, pero son las regiones del sur las que más están sufriendo sus efectos. “Apelamos a la corresponsabilidad que todos los ciudadanos tenemos como agentes de cambio, haciendo visibles las realidades de estas personas que hoy conviven entre nosotros, pero que permanecen invisibles ante la sociedad, ya que merecen la oportunidad de reconstruir de nuevo sus vidas”.