Hay un día en la vida de Alberto Casero en el que cambia todo. El 3 de febrero de 2022, indispuesto, de baja en su casa, se equivoca en una votación llamada a descomponer al Gobierno de Pedro Sánchez. El PP, su partido, previó aquella tarde, antes de la votación, que el golpe sería tan fuerte que Pablo Casado podría considerarse el próximo presidente. Eso, más el pronóstico de una holgada victoria en las elecciones de Castilla y León, dejaría a la coalición de PSOE y Unidas Podemos tan noqueada que el resto de la legislatura sería un agónico viaje hacia la derrota. Teodoro García Egea, su gran valedor, el hombre que le aupó a uno de los escalones más altos de la jerarquía de Génova, saboreaba el éxito.

Pero Alberto Casero, nacido en Trujillo, 43 años, se equivocó al votar en el sistema telemático del Congreso. En vez del no a la convalidación del decreto de la reforma laboral, clicó sí. Cuando se dio cuenta de la dimensión del error, llamó a su grupo, cuya dirección pidió a la Mesa que anulara el sufragio telemático y le dejara expresarlo presencialmente. Mientras tanto, a pesar de la fuerte gastroenteritis que alegó para no ir, acudió a toda velocidad al Congreso, por si acaso la Mesa daba su plácet.

Una vez en el pasillo, al ver abiertas las puertas de acceso al hemiciclo (lo están siempre desde que hay pandemia), intentó entrar. Los policías de civil que custodian el hemiciclo y se aseguran de que no pase quien no debe se lo impidieron. El reglamento prohíbe acceder si la votación ha empezado, da igual que sea un diputado el que lo pretenda. El que no llegue antes de que acaben las señales musicales de aviso, no entra, así de simple.

Cuando acabó la votación, Casero entró y subió a su escaño. La protesta, entonces, estaba en su momento álgido. García Egea, en pie, hecho una furia, bramaba contra la presidenta de la Cámara, Meritxell Batet. Trascendió a los medios que él había cometido el error más relevante de la historia reciente del Parlamento. El destino quiso que por ese error el Gobierno salvara la reforma laboral. Sintió que el suelo que pisaba se desmoronaba. Desde entonces, todo lo que ha sucedido en la vida política de Alberto Casero ha sido un velocísimo declive. Su próxima parada: el suplicatorio.

Huérfano en el PP

La caída en desgracia de Alberto Casero, exalcalde de Trujillo, es la caída en desgracia de la dirección que a partir del congreso de Sevilla de este fin de semana será tan solo un mal recuerdo. Es lo que piensa una inmensa mayoría del Partido Popular.

El diputado, tras ser regidor, entró en la lista para las elecciones del 28 de abril de 2019. Logró escaño. Repitió en los comicios de noviembre. También logró escaño. Su caso es un espejo de otros tantos candidatos promovidos por la dirección nacional de Pablo Casado y Teodoro García Egea.

Pablo Casado a la salida de la cadena Cope. / José Luis Roca

Las fuentes de la formación a las que ha consultado EL PERIÓDICO DE ESPAÑA coinciden en resaltar que la confección de las listas electorales de 2019, tanto las de los comicios de abril como las de noviembre, fueron la primera demostración del tipo de mando intransigente que, apuntan, caracterizó a García Egea. El PP, tras las urnas puestas en abril, logró uno de los peores resultados de su historia, 66 diputados, la inmensa mayoría cargos afines al nuevo tiempo. Ya entonces diversas voces, en su mayoría apartadas por la nueva cúpula, advertían de la falta de experiencia y bagaje político del grupo parlamentario. El del Senado parecía más sólido. Pese a ello, no corrigió la impronta en las elecciones de noviembre, sino que García Egea la reforzó. El desenlace fue mejor porque el PP sumó 88 escaños.

Una de las críticas más frecuentes a la gestión de García Egea apunta al modelo de partido que concibió y quiso imponer. Hasta en las comunidades autónomas gobernadas por los populares intentó acoplar las designaciones de los cuadros dirigentes a los objetivos de Génova, por encima de los criterios de los barones. Ese desafío le granjeó la animadversión de, entre otros, un mandatario llamado Alberto Núñez Feijóo. Una de las frases que Egea repetía con insistencia, recuerdan las fuentes, era la siguiente: "Todo el PP debe participar en la escalada del presidente Casado hacia la Moncloa". Y todo el PP era "todo el PP".

El ya ex secretario general del PP, Teodoro García Egea, en una rueda de prensa. / DAVID CASTRO

Otra crítica habitual apunta a las formas con las que procuró implantar esa visión, en ocasiones, dicen, mediante engaños u ocultaciones. Y una tercera crítica se refiere directamente al acaparamiento de poder que obtuvo. Un dirigente del PP en una comunidad autónoma que trató con él es muy gráfico: "Teo fue a la vez el jefe de gabinete de Casado y el secretario general del partido".

En el equipo de confianza del todopoderoso García Egea está una persona llamada Alberto Casero. En el organigrama, es el número dos de Ana Beltrán, la responsable de Organización hasta la fecha, cuyo perfil ha resultado bajísimo. Pero en la realidad era el número dos o el tres de García Egea. De hecho, Casero viajaba a las provincias en representación del secretario general antes que de Beltrán. Junto a Pablo Cano, el jefe de gabinete de Egea, se convirtió en la persona más influyente en la dinámica interna del PP. Se siguen preguntando las fuentes cómo fue posible que Casado delegara en su dos tantísimo poder. Esto, a la postre, le ha devorado.

Obviamente, caído Egea, caído Casero.

Su papel en el Congreso: nada

La polémica ruidosa por su error en la votación, que se zanjó en gran parte en cuanto el informe de los letrados sobre lo sucedido adjuntó otro del servicio informático que negó que el fallo fuera técnico, estaba apagada cuando aconteció la mayor crisis del PP en su historia. Una crisis que en apenas siete días se llevó por delante a Egea, primero, y a Casado, después. Desde el 23 de febrero, cuando el aún líder de los populares cedía el cargo a Feijóo, previo congreso, el equipo que dirigió Génova es hoy un grupo de diputados con un futuro muy limitado dentro del partido: Antonio González Terol, Ana Beltrán, el propio Egea... Y Alberto Casero.

Antes de la catarsis, el extremeño no ejercía ninguna influencia en el grupo del Congreso. Se sentaba y se sienta todavía en la fila de los segundos espadas del grupo y del partido, dentro de la bancada del PP. Dentro de unos días, es más que probable que le empujen a filas de más arriba, en donde tienen escaño los portavoces sectoriales y diputados sin cargo.

Alberto Casero. / EPE

Casero, de hecho, no tiene cargos en el grupo por ahora. Una sucesión de vocalías y la vicepresidencia de una Comisión que se reúne con poca frecuencia: la del Estatuto de los Diputados. Y esto es una paradoja más que curiosa, pues si el Supremo envía petición de suplicatorio al Congreso --el proceso por el que el Congreso permite que juzguen a un diputado--, éste se tramitaría justamente en esa Comisión. Habría de inhibirse, obviamente, del procedimiento que aquí se siga.

Es esta, sí, una paradoja que ilustra la caída en desgracia, la rápida caída en desgracia, de quien se enfrenta a una causa por haber hecho, como alcalde de Trujillo, contratos de servicios sin cumplir las garantías legales.

Y si tal cosa sucede, no tendrá padrinos que le protejan. García Egea lleva camino de ser un fantasma parlamentario. El destino de su amigo Alberto es aún más incierto. Le preguntaron este jueves si iba a seguir en el escaño: "Sí, sí", dijo, y se fue andando muy rápido.