Elecciones autonómicas

Ayuso, Colau, Almeida… guerra cultural preelectoral a cuenta de Israel y Palestina

Ayuso comienza su viaje a Israel coincidiendo con que Barcelona rompe las relaciones con este país por su posición respecto a la población palestina | El alcalde de Madrid aprovecha la brecha abierta por Colau y apunta que “hay que estar del lado adecuado”

Composición de imágenes con la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau; y el de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, y la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.

Composición de imágenes con la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau; y el de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, y la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. / Agencias

Elena Marín

Israel vive uno de sus momentos políticos más tensos de los últimos años y un pico de violencia que ha acabado con la vida de al menos 31 palestinos y siete israelíes sólo en las últimas tres semanas. Desde hace dos meses hay protestas casi diarias en las calles contra el nuevo Gobierno de derecha, ultraderecha y de ultraortodoxos judíos por las reformas judiciales, políticas y sociales que impulsa el nuevo Ejecutivo. Es en ese contexto explosivo en el que han entrado de lleno los alcaldes de Madrid y Barcelona y la presidenta de la Comunidad de Madrid, a pocas semanas de que se celebren las elecciones autonómicas y locales, en lo que amenaza con convertirse en una de las guerras culturales. 

El pistoletazo de salida lo dió el pasado martes Isabel Díaz Ayuso. La presidenta de la Comunidad de Madrid anunció una visita a Israel con un contenido político “potente” y un encuentro con el presidente del país, Isaac Herzog. Será la primera política española que visita el país después del ascenso al Ejecutivo del Gobierno más derechista de su historia, compuesto por una amalgama de partidos de derecha y ultraconservadores bajo la batuta del primer ministro Benjamin Netanyahu, que pretenden expandir las colonias ilegales en los territorios ocupados y han provocado las protestas de los israelíes por su intención de aprobar una reforma que permita al Parlamento anular por mayoría simple una decisión del Tribunal Supremo del país, lo que se ha visto como un exceso del poder legislativo sobre el judicial. Ante este panorama, Ayuso dijo que se iba a reunir con otros políticos pero su gabinete no ha querido hasta ahora precisar con cuáles.

La relación de la presidenta madrileña con la comunidad judía de la región viene de lejos y responde, igualmente, a una larga tradición en la política madrileña, donde el exponente máximo del vínculo entre la Puerta del Sol y la sociedad judía se produjo con Alberto Ruiz Gallardón al frente del Gobierno de la Comunidad y después como ministro de Justicia, con la aprobación de la ley para la concesión de la nacionalidad a los sefardíes. 

La cercanía con el colectivo judío en Madrid y la relación con el Estado de Israel que muestra la presidenta madrileña contrasta con la última decisión que ha tomado el Ayuntamiento de Barcelona esta misma semana. Su alcaldesa Ada Colau anunció, solo un día después de conocerse la visita de Ayuso a Jerusalén, que suspende de forma temporal las relaciones con Israel a causa de la ocupación de Palestina. Ada Colau ha enviado una carta al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, en la que también le anunciaba que dejaba sin efecto el hermanamiento que une a la capital catalana con Tel Aviv, la segunda ciudad del país, reconocida internacionalmente como su capital y sede de todas las embajadas internacionales salvo la estadounidense. Colau respondía así a la petición de 112 entidades de la organización “Barcelona con el apartheid, ¡no!”, que consideran incompatible la entente con la ocupación de Palestina. “Es un gesto contundente y necesario para invitar a la paz", dijo Colau, que acusa a Israel de someter a los palestinos a un régimen de "apartheid". 

Israel incumple numerosas resoluciones de Naciones Unidas que piden la creación de dos Estados, y mantiene bajo ocupación el territorio palestino de Cisjordania, que está trufado de colonias ilegales. Además, somete a un encierro total por tierra, mar y aire a la Gaza, donde malviven dos millones de palestinos. Organizaciones de Derechos Humanos como la israelí B'tselem, Humans Rights Watch o Amnistía Internacional califican las políticas israelíes hacia la población palestina como de apartheid, en referencia a la discriminación a la que Sudáfrica sometió a su población negra.

Almeida se suma a la polémica

El abismo entre la actitud de ambas dirigentes no se muestra solo en estos dos gestos. Hace unos meses, en octubre, el PP de Ayuso elevó al Congreso de los diputados una iniciativa de la Asamblea de Madrid para limitar la financiación pública de organizaciones sospechosas de antisemitismo que dejó en evidencia la brecha que se abre en España entre los partidos conservadores y los progresistas en torno a todo lo que tenga que ver con el estado israelí y la situación de los palestinos. El PSOE apoyó la tramitación de aquella proposición de ley bajo el argumento de que habría que ampliar el sujeto, limitando la financiación también a todas las organizaciones sospechosas de discriminar a otros colectivos, pero lo que quedó de aquel debate es que los grupos de la izquierda advertían a la derecha de que “no se puede confundir antisemitismo con la crítica a un Gobierno”. En aquel mes de octubre no se había formado aún el actual Gobierno de la ultraderecha en Israel.

Aunque en el PSOE hay muchos simpatizantes de la causa palestina que levantaron la ceja ante la futura tramitación de esa proposición, también son conscientes del papel de Israel en el panorama internacional y de la importancia de mantener unas relaciones diplomáticas que no se vean afectadas por el Gobierno de turno. 

En este contexto, el PSC, socio de gobierno de Barcelona en Comú, ha atribuido la ruptura de las relaciones con Israel a una "decisión unilateral" de Colau y la ha tachado de "gravísimo error". Barcelona no debería romper relaciones ni con Tel Aviv ni con Gaza. El candidato de los socialistas catalanes y rival de Colau en los próximos comicios del 28 de mayo, Jaume Collboni, publicó una carta en el diario El País titulada “Shalom [un saludo hebreo que significa “paz”], Tel Aviv”. En ella, aseguraba que Barcelona debería seguir manteniendo sus políticas de cooperación con la capital israelí y anunció que tratarán de revocarla lo antes posible. 

No tardó mucho el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, en sumarse a esta ola y anunciar que había enviado una carta a su homólogo de Tel Aviv para ofrecerle un hermanamiento, en lugar del rechazado por Barcelona. “Es una excelente ocasión para mostrar a Tel Aviv y, por extensión, al Estado de Israel, que Madrid tiene claro dónde tiene que estar y que Madrid sí tiene claro cuál es el lado correcto”, dijo el regidor madrileño, antes de subrayar la capitalidad de Tel Aviv y de asegurar que la actuación de Colau como comportamientos con un “claro tufo antisemita”.

En la misma línea se expresó el ministerio de Exteriores israelí. “La declaración de la alcaldesa de Barcelona […] es una decisión lamentable que está totalmente en contra de la opinión de la mayoría de los ciudadanos de Barcelona”, se leía en la cuenta de Twitter de su portavoz, Lior Haiat, en castellano y catalán. “La decisión es un refuerzo para extremistas, grupos terroristas y antisemitas”.

Colau colocó la pelota y Almeida aprovechó el pase para lanzarse. El alcalde de Madrid ha visto claro que sumarse a la estela que le deja Ayuso con su viaje a Israel puede ayudarle ante un electorado madrileño que parece que lo tiene más claro con su presidenta regional que con su alcalde, y a Colau esta decisión de romper relaciones con un país le permite desmarcarse de unas políticas y un gobierno que le alejan de su electorado natural y al que su papel institucional como alcaldesa le tiene más atada.

Para Ayuso este viaje es una oportunidad más de proyectar su imagen internacional para posicionarla de cara a las próximas elecciones. Su objetivo inicial, apuntan en la Puerta del Sol, es atraer inversiones económicas a la región, pero en el equipo regional no esconden que la agenda internacional ayuda en su proyección presidenciable y el contexto en el que se produce pone de manifiesto cómo la guerra cultural de la izquierda y la derecha se produce también en el tablero internacional.